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Hasta pocas semanas antes de la elección presidencial peruana, el tema central se restringía a saber quién sería la persona adecuada para conducir la economía por la misma senda que ha transitado durante los últimos quince años. Con pocos matices, todos los candidatos inscritos originalmente daban pocas señales de querer cambiar la dirección mantenida desde el inicio del periodo democrático en el año 2000. Las altas tasas de crecimiento logradas bajo los gobiernos de Toledo, García y Humala eran un bien demasiado preciado como para jugarse por cambios en el campo económico. Aunque los indicadores sociales de pobreza y distribución del ingreso siguen siendo preocupantes, el sentimiento mayoritario de la población ha sido de satisfacción con las condiciones generales a lo largo de este tiempo.

Eso explica en gran medida que ninguna de las candidaturas que encabezaban los sondeos durante el periodo inicial de la campaña propusiera cambios de fondo. Las únicas excepciones eran tres personas que en conjunto no sumaban el 2% y por tanto carecían de significación electoral y política. Sin embargo, la exclusión obligada y el retiro voluntario de varias candidaturas en las últimas semanas, así como la insatisfacción con las figuras políticas más conocidas, dieron fuerza inesperada a una de esas personas. Verónika Mendoza, representante del Frente Amplio, una coalición de grupos de izquierda, ascendió hasta disputar el segundo lugar con Pedro Pablo Kuczynski. Esto alteró sustancialmente el contenido de la contienda electoral.

Su ascenso en las encuestas puso el tema de la continuidad o el cambio del modelo en el centro del debate. Mientras mantenía una insignificante intención de voto podía ser desoída por el electorado y por el resto de candidatos, pero al disputar el segundo lugar comenzaron a redefinirse los contenidos de la agenda y los demás candidatos debieron introducir correcciones en sus estrategias. Como sucede siempre cuando aparece un outsider con perspectivas de éxito, el panorama se agitó, se generaron ilusiones y se acumularon temores.

Pero hay un elemento adicional que se desprende de la presencia de esta candidata y de la destitución y retiro de varios candidatos, que en el momento de escribir este artículo, pocas horas antes de la elección, solo se puede plantear como hipótesis. Se trata de los efectos que su sorpresivo ascenso puede tener en la decisión de los electores. Se puede suponer que su presencia atraerá a un sector importante de los indecisos, lo que le permitiría desplazar a Kuczcynski del segundo lugar y pasar a la segunda vuelta con Keiko. Pero también es probable que se imponga el rechazo a sus propuestas de cambio, especialmente entre quienes ven como un valor positivo la permanencia del modelo económico actual y califican a sus propuestas como radicales. Si se produjera esto, se podría imponer el voto estratégico o útil, que lleva a escoger la opción que se considera ganadora, aunque sea contrapuesta a sus preferencias. En este caso es imposible predecir el destino de los votos, más allá de que irá hacia alguien que tenga una k en sus nombres. (O)