“La vida no vale nada”, dice una canción mexicana. Los días que vivimos lo demuestran. La novela de Roberto Bolaño 2666 tiene más de 300 páginas destinadas a narrar la desaparición y asesinato de personas. Los científicos sociales atribuyen el fenómeno a muchas causas. Si uno ve la televisión, la violencia le arroja sangre en los ojos. Si leemos la prensa, sobran las noticias sobre asesinatos. Mujeres, niños, nadie se salva de que lo maten, hasta por robarle un par de zapatos. Nos hemos olvidado de un mandamiento esencial: No matar. Ya no se enseña en las escuelas el código mosaico, porque el Estado es laico. ¿Enseñan valores los maestros?

Durante el gobierno de Sixto se intentó la reforma curricular, una de cuyas bases era el módulo ético-cívico, para inculcar en los educandos los auténticos valores del amor y el respeto. Otros recogerían los frutos. Entretanto, para recordárselos a los ciudadanos, se hizo una campaña educativa que consistía en spots breves en televisión para difundir la cultura del respeto. Los mensajes fueron diseñados y grabados por la agencia de publicidad de los hermanos Chavarría Paladines. La agencia hizo los textos, contrató a los personajes y se encargó de la filmación. Lo hicieron patrióticamente, sin cobrar un solo centavo. Los mensajes duraban 20 o 30 segundos. Estaban dirigidos a los niños porque ellos son no solo el futuro, sino que también pueden ser agentes de la educación de sus padres. Se creó un personaje llamado Hugo el Búho para dar consejos sobre las buenas costumbres. Los actores eran también niños: maravillosos, simpáticos, espontáneos. Fundamentalmente llamaban a respetar y ayudar a las mujeres embarazadas, a los ancianos y niños; a respetar las señales de tránsito, a no ensuciar las calles, a colaborar con la conservación ambiental. Como es obvio, no pocos se burlaron del personaje y del ministro que se atrevió a la campaña. Pero es importante señalar que los canales de TV colaboraron con entusiasmo y pasaban los mensajes a las horas adecuadas. Esa campaña no duró. Quedó, como muchas cosas, entre las piedras de las buenas intenciones.

No podemos ser indiferentes ante tanta violencia. Muere demasiada gente por causas no naturales. Los que perecen en Siria por esa guerra interminable, enredada en los intereses del petróleo y las grandes potencias. Los emigrantes que buscan trabajo y seguridad. Miles mueren de hambre. Otros, asesinados por actividades ilícitas. Aquí se ha tipificado un delito innecesario, el sicariato, que es el asesinato por encargo. Pero este pleonasmo es también un signo de los tiempos.

Se puede afirmar que los problemas no se resuelven con mensajes de televisión. Pero me pregunto: si la propaganda vende cosas materiales, si se usa descaradamente para mentir y presentar lo falso como cierto, para esconder errores y delitos, ¿por qué no se puede usar para el bien, para enseñar los valores de convivencia social, para decir que matar es malo, que debemos respetar la vida, los derechos ajenos, a los niños, los ancianos, a los débiles, a las mujeres y la naturaleza? ¿Quién se atreve? (O)