El periodista Edward Stourton descubrió, en el programa Panorama, de la BBC, 350 cartas de Juan Pablo II a la filósofa estadounidense Anna Teresa Tymieniecka. Al respecto, Stourton comentó: “Eran algo más que amigos y menos que amantes”. Sin duda Stourton desconoce que la amistad y el amor no tienen graduaciones. Se es amigo o no se es amigo. Se ama o no se ama. Las graduaciones, en este caso, llevan posiblemente a tapujos y mojigaterías que tanto daño le hacen a la Iglesia y especialmente al cristianismo.

Al parecer se trata de una autotortura, pues para el mismo Stourne las cartas indican “un combate para contener una relación muy intensa”, lo que demuestra un afecto de parte y parte. Ello desmorona la declaración eclesial del padre Bonecia, director de la edición polaca del Observatorio Romano, y posterior redactor jefe del seminario polaco: El padre Bonecia olímpicamente declara que “algunas mujeres suelen enamorarse de sacerdotes, eso siempre es un problema”. ¿Solo se enamoran las mujeres? ¿Y los hombres? ¿O los sacerdotes no son hombres? ¿Por qué es un problema enamorarse? ¿Acaso no puso Dios este sentimiento para felicidad de los seres humanos? Y en el caso de Juan Pablo II, se trataba de su amistad con la filósofa estadounidense, ¿o también es un problema la amistad de un cardenal o un sacerdote con una mujer? ¿Acaso Cristo no anduvo siempre con mujeres y junto a su cruz estuvo un solo apóstol y dos mujeres, su madre María y María Magdalena a quienes Jesús amó? Y después de su resurrección, ¿a quién se le apareció primero Jesús? A las mujeres, y no solo en agradecimiento porque ellas le habían seguido y servido en sus andanzas evangelizadoras sino porque ellas eran sus amigas, oprimidas en un mundo machista. Y Cristo vino a la tierra principalmente por los oprimidos. Y ¿quién presidió el cenáculo de todos los apóstoles para en comunión recibir la divina sabiduría del Espíritu Santo? Lo presidió una mujer, María, la madre de Jesús. Así respondió el Señor al mundo machista de todos los tiempos. Él anduvo con y amó a las mujeres porque la mujer es vida y Cristo vino a traernos “vida y vida en abundancia”.

Por ello no son cristianos aquellos sectores de la Iglesia que ven a la mujer como un problema y le temen por “tentadora” y hasta les representa un peligro. Y si marginan a la mitad de la humanidad: la femenina, ¿cómo pueden hacer apostolado los clérigos timoratos que solo se relacionan con mujeres para los rituales externos o las beaterías? Por sencilla que sea la doctrina cristiana, es profunda y requiere intercomunicación o comunión para propagarla. Una buena orientación en los seminarios debe ser aproximar y cultivar la amistad de sacerdotes y mujeres. Serán así más humanos y por tanto más cristianos y tendrán una inagotable riqueza para su apostolado en el mundo.

Habrá quienes teman por su voto de castidad. No deben temer si su vocación es la castidad que es un valor trascendente. Por lo demás, deberían informarse no solo sobre la psicología femenina sino sobre su ontología, su ser. Así cultivarían mejor su relación con sus amigas porque la amistad entre un hombre y una mujer que aspiran a la santidad, la primera vocación del ser humano, es una fuente infinita en su trascendencia hacia Dios. Lo han probado así santos como Santa Teresa y San Juan de la Cruz, San Francisco y Santa Clara, entre otros conocidos y desconocidos que se amaron y son santos.

Bien por Juan Pablo II, quien, aunque opuesto a la Teología Latinoamericana de la Liberación, demostró ser un varón, y sobre todo cristiano, con el hallazgo de sus cartas a la filósofa estadounidense Anna Tymieniecka.

El machismo de la Iglesia tiene varias acepciones que detienen la profecía cristiana de un “Solo rebaño y un solo pastor”. Mientras no se supere ese machismo, no solo en las canonjías y administración sino principalmente en la relación cotidiana mujer-hombre, no cuajará el plan de Dios.

Ojalá los clérigos sigan el ejemplo santo y varonil de Juan Pablo II en su relación de 30 años con Anna Tymieniecka. Solo en el orden natural se cumplirá el plan divino de la creación y la redención. (O)

Una buena orientación en los seminarios debe ser aproximar y cultivar la amistad de sacerdotes y mujeres. Serán así más humanos y por tanto más cristianos y tendrán una inagotable riqueza para su apostolado en el mundo.