Nuestro invitado
Byron Villacís Cruz

El Gobierno ha presentado el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), una herramienta estadística que permite tener una evaluación de la pobreza de forma más integral. Hay que resaltar algunos puntos a favor de esta iniciativa, pero además hay que definir ámbitos de discusión sobre potenciales problemas. Como toda decisión de política pública, hay dos caras de la moneda.

Lo positivo es que el indicador desenmascara el concepto de pobreza que equivocadamente –por costumbre o por mala intención–, se mide a través del ingreso monetario de los hogares. La definición de “pobre por ingresos” es parcial, cortoplacista y superficial, no mide la privación de capacidades o derechos ni el contexto social del individuo. Ser “pobre” significa tener aproximadamente dos dólares diarios en el bolsillo, independientemente de si la persona tiene salud, trabajo o derechos.

Bajo la medición de pobreza por ingresos, 22 de cada 100 ecuatorianos son pobres, con el nuevo IPM esa proporción sube a 35. Esto quiere decir que sin el IPM al menos 13 de cada 100 ecuatorianos eran excluidos del tratamiento político de la pobreza. El IPM ayuda a redimensionar y visibilizar grupos sociales que requieren atención de forma integral.

Ahora bien, es necesario ser crítico con la propuesta, no con sus autores ni promotores: al país le hace falta madurar el concepto de discusión, y este aporte apunta hacia allá. En primer lugar el IPM puede volver a caer en el error del reduccionismo estadístico. La conceptualización de la pobreza no puede ser reducida a un número (o conjunto de números) sin que estos no representen un concepto consensuado de pobreza. El IPM propone 4 dimensiones con 12 indicadores, reducidos a un solo índice que cuando sea leído por el hacedor de política podría asumir que sus componentes –en conjunto– reportan un avance o retroceso. Eso es un error peligroso. Las autoridades deben advertir que el uso debe estar siempre acompañado de la desagregación al momento de leer la estadística y cada indicador en particular necesita ser evaluado por separado. El IPM es solo un resumen, lo importante es lo que está dentro de la envoltura. Una caída del IPM no implica una mejora proporcional en las dimensiones de pobreza. La lectura y comprensión de este indicador es más difícil que el anterior.

Segundo, el proceso de construcción de una estadística es más importante que la estadística misma. ¿Quién decidió los 12 subindicadores incluidos? ¿Por qué no 13? ¿Por qué se les otorgó un peso de 6% a unos y 12% a otros? ¿Por qué el déficit habitacional es menos importante que el logro educativo? La crítica no es al porcentaje sino al proceso de construcción. Una estadística se legitima cuando nace de una deliberación teórico-conceptual pero sobre todo participativa, donde los interesados o afectados son los que deben tener voz. El IPM no es una iniciativa nueva, desde el año 2000 hay decenas de propuestas de indicadores multidimensionales. Alrededor del mundo ya no se discute su relevancia, sino cómo consensuar sus componentes.

Es cierto que el IPM incluye indicadores locales, decididos por autoridades de acuerdo a su interpretación de las leyes ecuatorianas, pero aún así esto implica dos cuestiones. La primera es que la discusión de dos años fue entre el Gobierno y los expertos de Oxford. ¿Dónde esta el aporte de universidades, investigadores, pensadores latinoamericanos y ecuatorianos? ¿Solo hay pensadores en el Gobierno? Segundo, el trabajo de Alkire y Foster (autores del concepto) es metodológicamente nítido, pero ¿hasta qué punto el concepto de pobreza desarrollado es el mismo que se debería manejar en Ecuador? ¿Somos sociedades comparables? Sí, es cierto, se incluyeron subdimensiones de acuerdo a lo que el Gobierno considera ajustado a la realidad local, pero se debería cuestionar que la concepción de partida es la definida en Oxford: el marco conceptual ya vino empaquetado. Pregunta: ¿No hay avances teóricos-conceptuales que nazcan en la región y que valgan la pena ser incluidos? La idea de los indicadores de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) nació en la región por la Cepal y gracias al extenso trabajo de Prebisch sobre desarrollo y dependencia. Por supuesto, el marco de las NBI es anticuado y había que actualizarlo pero con el IPM percibo que hemos viajado a Inglaterra sin regresar a ver el extraordinario avance intelectual de la región.

Finalmente hay un problema con los indicadores compuestos en general. Últimamente hay una tendencia a comparar avances como una suerte de competencia internacional entre países donde la pobreza está reducida a un número. El peligro de estos indicadores es que terminan en rankings, sin pensar mucho lo que significan. El Estado quizá debe hacer mayor y mejor esfuerzo en explicar que un indicador numérico en realidad es solo un intento aproximado de reflejar un cambio cualitativo, y estar consciente de que si intentamos cuantificar todo, gran parte de lo que se gestiona públicamente desaparecería en términos de percepción. En general el IPM es un avance, pero aún hay obstáculos que superar.(O)

El Estado quizá debe hacer mayor y mejor esfuerzo en explicar que un indicador numérico en realidad es solo un intento aproximado de reflejar un cambio cualitativo, y estar consciente de que si intentamos cuantificar todo, gran parte de lo que se gestiona públicamente desaparecería en términos de percepción.