Las resoluciones de los grupos de oposición reunidos en Cuenca, autodenominados La Unidad, fueron prácticamente ignoradas en los medios políticos. La preocupación se centró en la heterogeneidad de los asistentes y en la presencia de Ramiro González, exfuncionario del actual gobierno. Con ello, se dejó de lado el debate sobre los acuerdos alcanzados y se soslayó el tratamiento de asuntos de más largo plazo que deben ser abordados de inmediato para enfrentar el colapso que se anticipa.

El problema central que debe preocupar en este momento es la situación que encontrará el próximo gobierno. Mucho se ha insistido en los temas económicos que deberá enfrentar y en la necesidad de un ajuste muy fuerte (la excepción es la candidez sobre la tarjeta de crédito, pero es algo que ni siquiera cabe comentar). Menor importancia se le ha dado a la futura situación política. La misma crisis económica limitará muy fuertemente lo que puedan hacer los actores políticos. Además, ellos necesitarán mucha creatividad para insertarse en el cambio de las condiciones que han regido en todo este período. El fin de una fase caudillista (si en realidad el líder se retira y no es candidato) llevará a la instauración de un nuevo modelo político que requerirá de nuevas actitudes. Incluso, aunque triunfara el candidato correísta, las reglas, la cancha y las estrategias de juego no serán las de los diez años anteriores y tampoco las del período previo. Las consecuencias de ese nuevo escenario deben ser pensadas desde ahora.

El próximo gobierno no contará con los dos factores que han hecho posible que el actual mantenga apoyo constante y goce de estabilidad. El liderazgo personal y la bonanza económica serán recuerdos de un pasado que parecerá cada vez más remoto. Es cierto que el liderazgo podría mantenerse con una simple resolución de la Corte Constitucional que declarara inviable la transitoria de la enmienda sobre la reelección, pero la situación económica lo erosionaría significativamente. Inevitablemente, será necesario acudir a acuerdos de amplio espectro, con metas concretas y con horizontes de corto plazo. No será el momento adecuado para poner por delante las ideologías. Incluso un gobierno de signo correísta estaría obligado a abandonar su arrogancia y buscar entendimientos guiados por el pragmatismo.

Si eso es lo que se viene, los políticos no pueden esperar a que las cosas se agraven para tomar decisiones. Es imperativo que den los pasos necesarios, entre los que ocupan un lugar central los acuerdos políticos. Por eso llama la atención que los intentos de sectores de oposición, como el de la reunión de Cuenca, sean rechazados de plano y sin mayor análisis. Cabe pensar en la reacción de las redes sociales, que se incendiaron con el recuento de la trayectoria política de González, si hubieran existido cuando se hicieron los pactos de la Moncloa en España o cuando se conformó la Concertación en Chile. Es conveniente recordar que en ambos casos coincidieron grupos que poco antes zanjaban sus diferencias con las armas. Los acuerdos consisten en entenderse con quien se discrepa. (O)