Así, “Vargas Rosa”, ha apodado algún ingenioso a Mario Vargas Llosa, en alusión a que el admirado y denostado escritor peruano ha saltado a las portadas de las revistas de la prensa rosa. El apelativo es menos brutal que el “Viagra Llosa”, a propósito de que, cumplidas las 79 primaveras, el escritor e intelectual peruano ha decidido romper con un matrimonio de 50 años para arrojarse a los brazos de una mujer de 64 que ha vivido como una socialite.

No he querido huir de la noticia, por banal o farandulera que resulte, porque detrás quizás se oculte una historia de amor o, por lo menos, de humanidad. En su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, Vargas Llosa decía que el amor por el país donde uno nació no debería nacer de una obligación, sino que es, “igual que cualquier otro amor, un movimiento espontáneo del corazón, como el que une a los amantes, a padres e hijos, a los amigos entre sí”. Tal vez el amor por una mujer que no es la esposa le haya resultado de tal modo irrenunciable y poderoso, que decidió lanzarse al vacío.

Un hombre de 80 años que carga a las espaldas una historia y que aún no se ha divorciado. Una mujer, madre de cinco, dos veces divorciada y viuda –más allá de su fortuna y el culto a la moda– ¿pueden enamorarse?, ¿es lícito que quieran convertirse en pareja? El vacío (detrás del lujo y el glamur de la modelo sesentona y del rico y laureado escritor) suele aparecer cuando las parejas se divorcian y las familias se fracturan. ¿Soy ingenua al pensar que los ricos también lloran y que el dolor por lo que se deja convive con el amor que empieza –incluso en las estrellas de las artes o la farándula–?

Un hombre de las ideas, pasiones y valores de Vargas Llosa –al menos en lo que se ha evidenciado en la esfera pública– ¿podrá y querrá borrar de un plumazo su pasado y su familia? Si por sus obras los conocemos, las del autor peruano dejan ver temas como el amor, la búsqueda de felicidad, las relaciones de hombre y mujer desde perspectivas complejas que no reducen a las mujeres a objetos de placer ni a los hombres a valientes héroes o machos. Si tampoco nos ha engañado a través de sus discursos, como el conmovedor cuando recibió el premio Rómulo Gallegos (1967) o el inteligente al recibir el Nobel, el gesto de separarse de la mujer tiene el valor de lo auténtico. Se ha visto a muchos que viven matrimonios falsos durante 50 años, con la amante a la sombra.

Sobre su esposa, dijo Vargas Llosa en la misma alocución (2010) con la voz quebrada: “Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido[mis hijos y nietos]. Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa”. Son palabras que expresan admiración, otra forma de amor.

Algunas viejas fotos muestran a Isabel Preysler, estrella de Hola, y a Vargas Llosa durante una entrevista en el año 86. 30 años después, ella y él escandalizan. ¿Movimiento espontáneo del corazón o espectáculo de la farándula? Quisiera que, como en las novelas, triunfara la primera opción. (O)