Tal vez solo un corazón de piedra no se conmueva con la imagen de las dos mujeres morenas y de aspecto humilde que, vestidas con una especie de saya de tela vasta y tomadas de la mano, desfilan por las calles de La Habana. La filmación, que data de marzo de este año, está colgada en YouTube. ¿Qué gritan con sus estrafalarios trajes de parias, en los que han pintado símbolos nazis y consignas contra las leyes de su país? Gritan: “Entre el comunismo y la muerte, la muerte”, “Respeto para la oposición”, “Leche para nuestros niños”, “Salarios dignos para los pensionados”. En algún momento citan a la Unpacu, Unión Patriótica Cubana, que agrupa a varios frentes de disidentes y cuya divisa es la frase del iluminado José Martí: “Una Cuba con todos y para el bien de todos”.

Quienes las miran muestran diversas reacciones: sonrisas de escepticismo, asombro, temor y respeto. Algunas las fotografían y, poco a poco, tímidas voces se suman a los gritos de la pareja femenina. Cuando se hallan ya en un sector más céntrico de la ciudad, dos fortachones aparecen de la nada. Dos varones fornidos de ropa apretada entran en escena con gritos machos de “¡viva Fidel!”, que tienen el buen cuidado de registrar en sus aparatos celulares; se animan mutuamente con un “¡dilo más fuerte!” y con los golpes que aporrean sobre algún auto. Así, acallan y hacen invisibles a las mujeres: el triunfo de la fuerza sobre la debilidad.

El informe de Amnistía Internacional del año 2014 sobre Cuba informa que el gobierno de la isla continúa impidiendo la entrada de funcionarios de la ONU y que desde 1990 cerró las puertas a AI. Es verdad que, a partir de la distensión con Estados Unidos, se ha anunciado la liberación de presos políticos, lo que otorga esperanzas a los cubanos, pero es difícil creer que cesarán prácticas como detenciones a opositores (suelen ser breves, eficaces, humillantes), amenazas y hostigamiento por parte de agentes del gobierno disfrazados de civiles en contra de sectores críticos. La guerra del gobierno de los ancianos Castro contra sitios web que exponen posiciones contra la dictadura cubana ha incluido ataques informáticos. Los condenados por su opinión pugnan penas de alrededor de cinco años. La hasta hace poco impensable licencia que se otorga a ciudadanos cubanos para que viajen fuera de su país no está permitida para líderes de oposición. Dos expresos de conciencia solicitaron permiso para viajar y se lo negaron, argumentando que debían seguir cumpliendo “condena fuera de prisión”.

El papa Benedicto XVI visitó la isla en el 2012; en esos días, disidentes fueron apresados, acusados, incluso, de “intento de asesinato”. Desde entonces han permanecido presos sin sentencia. La declaración de Raúl Castro de que tal vez vuelva a oír misa tras la charla con el actual papa Francisco demuestra puro oportunismo. ¿Tan rápido se da el salto desde el ateísmo comunista al seno de la Iglesia? ¿Es lícito exhibir una aparente adhesión a los ritos de una práctica religiosa, ignorando sus principios morales y humanos esenciales, como el amor al otro, la compasión, el respeto a la dignidad? Grande es el reto que aguarda a Francisco en un país azotado por la represión y la intolerancia. (O)