Papá o mamá, el maestro, dice en alta voz: ¡Rosendo! ¡Juana!

Niños, jóvenes, adultos responden: “Mande”.

“Me llamo Rosendo, para servir a usted”.

De tanto oírlas, estas expresiones no llaman la atención a los ecuatorianos.

Los extranjeros las interpretan como muestra de irreflexión, de sometimiento.

Actualmente es menos frecuente la palabra “mande”, pero su contenido se mantiene, y en consecuencia, la necesidad de reflexión acerca de sus posibles interpretaciones, y de corrección de las consecuencias negativas.

Posibles interpretaciones: una interpretación humanamente positiva: ¡la disposición a colaborar! Esta interpretación se confirma si se pone en obra la “orden” dada. Otra interpretación es la del joven de la parábola contada por Lucas acerca de dos hermanos: el mayor responde voy; y no va. El menor responde NO; posteriormente reflexiona y va. Actualmente no son raros los rebeldes: “No quiero”, “no tengo tiempo”, “¿por qué no manda a otro?”.

El “mande” oído y repetido va deformando la conciencia: orienta a acatar y no cumplir.

El “mande” no es solo una expresión de docilidad; es frecuentemente un encubrimiento de la responsabilidad personal de reflexionar, con el pretexto: El jefe responde; el que obedece no es responsable. Solo el que manda es responsable, o al menos corresponsable, especialmente del fracaso.

El “mande” se basa en imaginarias potencialidades de quien ejerce autoridad. No hay lugar para sugerencias. El “mande” cuenta poco con el corazón, poco con la cabeza.

“Mande” fomenta la pereza de pensar. Reduce el valor humano de las acciones, pues son realizadas maquinalmente; no son fruto de un compromiso asumido libremente, sino de la presión. Las acciones realizadas maquinalmente, o por presión, no siendo asimiladas, duran lo que dura la presión: Europa Oriental es una prueba evidente. Las transformaciones que permanecen en el tiempo brotan de la reflexión, arropadas por la libertad.

La respuesta “mande” tiene efectos negativos en el nivel interno e internacional. Hay numerosos mandones modernos que se amparan en la despersonalización. La despersonalización tiene, entre otras manifestaciones, la pereza de pensar y la timidez, con la que ciudadanos abdican en un grupito decisiones centrales de la vida. Pereza secundada con el control y hasta supresión de información independiente.

El “mande” tiene actualmente un eco mucho más grande, el político; este consiste en que un pequeño grupo de iluminados decide y cautiva las mentes, para que los ciudadanos obedezcan, convencidos de que lo mandado es un bien por ellos escogido.

El “mande” demuestra ser duro para morir. Gobiernos llamados de izquierda y de derecha lo cultivan, unos con sutileza, otros con brutalidad. Luis XIV de Francia pensaba que el Estado era él. En países hermanos la propaganda impide ver la ruina causada por falta de libertad.

Ha surgido una esperanza: El papa ha escogido comenzar su visita a latinoamericanos en países pequeños. Viene a unir, no a partir. Respetar los derechos humanos debe ser una preparación y un fruto que desea el vicario de Cristo; porque Cristo es hijo de Dios y también hombre, nacido de María.(O)