Absurdo resulta generalizar: los hombres, las mujeres, los cristianos, los musulmanes, los homosexuales, los comunistas, los ateos. Siempre se presenta complicado conocer una religión, un movimiento político, un pueblo, una orientación sexual. Hace un par de semanas conocí en los pasillos de un supermercado a varias mujeres musulmanas radicadas en Ecuador, llevaban el hiyab, aquel velo cuyo nombre de inmediato me recuerda un verbo árabe que significa tapar, ocultar, pero llevaban el rostro descubierto como lo tenían todas mis alumnas cuando enseñaba en Marruecos. Al intentar un acercamiento dije a una de ellas: “Sbah el jir” (buenos días), de inmediato me corrigió: “Msah el jir” (buenas tardes). Al utilizar yo las típicas salutaciones marroquíes: labés alik, labés besayf (¿está bien, está muy bien?), ella contestó: “culchi mezian, la hamdu lillah, baraka láufik” (gracias, todo bien gracias a Dios). No me dio las gracias con el clásico chukrán. Aquel encuentro casual me hizo retroceder a la década del sesenta cuando vivía en tierra musulmana. Fueron para mí cinco años maravillosos con alumnos respetuosos y atentos, chicas vestidas a la europea y chicos juntos en la misma aula del colegio Ibn Abad en Settat, luego en la Universidad de Casablanca. Animaba el programa Teleclub en la televisión nacional, miro con mucha melancolía las fotos de aquel entonces. Me apasioné con la cultura árabe, asistí a matrimonios, sepelios, compartí el mes de ramadán (ayuno total, ni siquiera agua), compartí la música de Ahmid Zahir, tuve el privilegio de hacer grandes amigos como el actor Bachir Skiredj, con quien compartí otro programa de televisión; pude conocer de muy cerca la religión musulmana, lo que llaman sus cinco columnas (mandamientos): 1. Creer en un solo Dios que es Alá. 2. Practicar la oración cinco veces al día postrándose en dirección de la ciudad sagrada ratificando sus creencias, no sin haber hecho antes las rituales abluciones. La oración dice: “Allah akebar ash hadu anna la illaha illa Allah ash hadu anna Muhammad rasulu Allah” (Alá es grande, yo creo en un solo Dios que es Alá y creo en Mahoma su mensajero). 3. Compartir una parte de las ganancias con los necesitados. 4. El ayuno total durante el mes de ramadán. 5. La peregrinación (el hajj) a la ciudad de La Meca en Arabia Saudita, aunque fuera una vez en la vida.

Conocí seres excepcionales por su don de gentes, su sentido da la caridad considerada como solidaridad, no como condescendencia. Respeto todas las religiones mientras incluyen preceptos positivos. Comprendo que pueda doler u ofender que el humor rebase ciertos principios, del mismo modo que no me agradaría que alguien intentara ridiculizar a mi madre. Otra vez pienso en Voltaire: debemos respetar conceptos que difieren de los nuestros. Por haber conocido musulmanes notables no me apresuro en pegar en todos la misma etiqueta. Lo de Charlie Hebdo no comprometió a toda la comunidad musulmana. Si un caricaturista se atreviera a ridiculizar a Jesús en un país católico, habría un tollé genera, un clamor de indignación pero no por eso tendríamos que matar al dibujante. (O)