Quizá muchos de ustedes, esta vez, no quieran saber nada de viajes luego del feriado de carnaval, por diversas razones; entre ellas: un feriado largo deja cansancio que suplica por reposo y tranquilidad; deja, además, los bolsillos rotos que necesitan ser zurcidos con mucha paciencia, esfuerzo y constancia; finalmente, luego de un periodo de vacaciones, cuando se ha viajado, es menester dedicarse al trabajo con mente fría y sin inquietudes que puedan menoscabar algunos de los elementos analizados. Es por todo esto que en esta entrega, a más de fijarles alguna meta, deseo platicar sobre el entorno de los viajes para ir de esta manera formando una conciencia viajera, un ferviente deseo de conocer los rincones de la patria, y algunos ‘truquitos’, aprendidos en variados desplazamientos, que hacen de los viajes una aventura con todos aquellos condimentos que tiene el partir hacia lo desconocido, el respirar nuevos aires, disfrutar pausadamente de la naturaleza y conocer a la gente que habita más allá de la ciudad en que nacimos y que son nuestros compatriotas.
a) Bien harían, amigas y amigos, en especial los más jóvenes, en determinar qué desean conocer, cómo quieren hacerlo, porque existen variadas formas. El provecho que saquen de estos viajes dependerá, en algo, de aquello que fueron a buscar.
b) Se puede viajar por distracción, por cambiar de ambiente, sin mayores pretensiones, ocasionalmente; pero también es posible planificar el viaje, estudiar los lugares que se van a visitar, tratando de ser lo más exhaustivos. Ambas formas ofrecen descanso, placer, novedad. Cada uno se prepara su alimento cognoscitivo a su modo, a su gusto. Así debe ser, es mi opinión, para que un viaje jamás se convierta en un tormento por observar nimiedades; tampoco es bueno desaprovechar los kilómetros recorridos y de retorno no saber exactamente dónde se estuvo, qué se visitó, etcétera.
c) Mi sugerencia: primero enamórense del país; lo demás vendrá por añadidura. Viajar sin ganas debe ser un tormento, no tiene sentido, por suerte los masoquistas siempre son minoría. Nadie se enamora de algo o alguien que no conoce. De aquí se desprende mi sugerencia: planifiquen tres o cuatro salidas para visitar las tres regiones (mar adentro): Costa, Sierra y Oriente; Galápagos pueden conocer en un viaje de tres o cuatro días. Cuando tengan a su haber un paneo general del país, entonces comiencen a observar, ya en detalle, lo que más les impresionó. Tengo la suerte de conocer desde Esmeraldas hasta El Oro; del Carchi a Macará; Zamora-Chinchipe, Morona Santiago, Pastaza y Napo, en el Oriente; me falta Sucumbíos.
d) No tengan envidia de quien esto escribe. Lo que menciono es una conquista de toda una vida. Finalmente, debo ser honesto, a riesgo de repetirme. Conocer el país tiene un ‘pero’. Mientras más viajen, mientras más ciudades conozcan, cuando descubran poblaciones de encanto o cuando observen un río, un nevado o un hato, etcétera, empezarán –solo entonces– a cerciorarse de lo poco que conocen de Ecuador.
“Solo sé que no sé nada, y esto cabalmente me distingue de los demás filósofos que creen saberlo todo” (Sócrates). (O)









