Con profundo respeto para los 43 desaparecidos en México, donde quiera que estén, y sus familias. En países donde la vida no tiene valor, es mejor estar muerto. Soy trágica y hasta con cierta dosis de amargura me certifico como una incrédula más de los datos proporcionados por las autoridades en México.

Cuatro meses de incertidumbre. Los hechos de aquel 26 de septiembre parecen ser sacados de la letra de los narcocorridos, canciones que resaltan aquellos sucesos donde el narcotráfico tiene un protagonismo que destroza vidas. 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa en el estado de Guerrero fueron a manifestarse en contra del alcalde de Iguala, la mujer del burgomaestre estaba en medio de un mitin político y la orden de su galante marido a la policía fue clara: “No los quiero ver”. Pues así fue, los muy obedientes desalmados llamaron a su amigos criminales de “guerreros unidos” y hasta ahí se sabe.

Desde entonces son los “desaparecidos”, esa palabra me transporta visualmente a un campo sin límite, a lo ancho y a lo largo, en medio de desesperados familiares con una venda impenetrable en sus ojos y las manos atadas con una camisa de fuerza. La incertidumbre de no saber qué pasó, dónde están y si los volverán a ver… eso es como estar muertos en vida.

La Procuraduría en una agria declaración mostró fotografías de restos calcinados y confesiones de tres criminales detenidos en este caso, que habrían confesado haber recibido de manos de la Policía Municipal a los 43 y relataron que quemaron sus cadáveres e intentaron deshacerse de los restos. La ola de violencia no es cosa nueva en el norte de México.

Allende, Cohahuila: la masacre silenciada.

Decenas de miles de muertos engrosan la lista de víctimas que son estadísticas en el gobierno de Felipe Calderón y ahora de Peña Nieto. Números para un gobierno y dolor incesante para muchas familias.

La comunidad de Allende fue escenario de una tragedia. 300 personas fueron desaparecidas, casas baleadas, todo como parte de una “venganza” del cartel de los Zetas. El silencio persiste a 3 años del hecho.

La renuncia de Peña Nieto.

Peña nieto, mejor conocido como el Ken mexicano, se ha desplegado como jefe de Estado a giras internacionales, eso resulta más atractivo que dar respuestas claras a familiares de los normalistas, gente que amanece trabajando el campo para que sus hijos sean formadores de mejores sociedades.

Han pasado 125 días. Se han escarbado muchas fosas para ver si los restos que reposan en ellas pertenecen a los 43. Resulta que no, pero me pregunto, ¿a quiénes pertenecen estos cadáveres apilados y ocultados? Hay 30 mil “desaparecidos” en los últimos 10 años en México.

Que se vayan los incapaces de dar seguridad y garantía a la vida de la gente, mientras los “pinches cabrones” delincuentes, como dijo uno de los padres desesperados, tienen toda la capacidad para de un plomazo y fuego desaparecer vidas, sin que de eso tampoco haya rastros.(O)