Debo señalar que siendo fiel a la antigua costumbre de quemar los monigotes todos los fines de año, cuestiono la tendencia puesta en práctica hace algún tiempo de fabricar cada vez menos años viejos que representen a políticos, y cada vez más a personajes de ficción, dibujos animados, etcétera, que no tienen relación alguna con la actividad política, a diferencia de lo que pasaba hace algunos años en los cuales la sátira y el ingenio se convertían en herramientas hábiles al momento de elaborar los respectivos monigotes.

Sin embargo, y tal como señalaba, esa costumbre ha ido desapareciendo sin que exista una causa real para tan marcado cambio; a veces me pregunto si valdría la pena realizar algún estudio social que permita comprender la transformación cultural en la elaboración de los monigotes. En todo caso y tratando de corresponder a la creencia de que hay que exorcizar –al menos una vez al año– a los políticos, me lancé a la aventura de encontrar el año viejo que represente a Rafael Correa, siguiendo de esa forma una práctica que he reiterado en los últimos siete años, más allá del cuestionamiento recibido en el círculo familiar respecto de mi falta de creatividad al momento de escoger al año viejo.

A todo esto, leí con interés una nota publicada en este Diario respecto de las explicaciones que dan los comerciantes de monigotes sobre las razones por las cuales prefieren no vender años viejos representativos de políticos; algunos decían que creían que estaba prohibido, mientras que otros señalaron que la gente tiene temor a las demandas, todo lo cual es ciertamente falso, pues no hay ninguna censura ni impedimento para la confección de tales monigotes, aún más, el propio presidente señaló en alguna ocasión que no existe ningún problema de que lo representen en la confección de los años viejos. Si no se trata de una limitación o prohibición, me queda flotando la duda acerca de la poca disposición que tenemos ahora los ecuatorianos de quemar a los políticos cada fin de año.

A punto por lo tanto de desistir de la compra de un monigote del presidente y pensando que me iba a aparecer en mi casa sin año viejo, me encuentro con uno de Rafael Correa que llevaba un letrero que decía: “Viva la reelección”. Como podrán comprender, la tentación fue muy grande, por lo que accediendo a ella y por más falta de creatividad que se me achaque, terminé por adquirir –por octavo año consecutivo– al consabido monigote, el cual terminó rápidamente incinerado en la quemazón, como debe ser, bien quemado, por lo que espero del nuevo año grandes ilusiones y mejores realizaciones. (O)