Topín (el perro de un lector de la sección Cartas), Perla (gata de un escritor de EL UNIERSO)..., sería interminable nombrar a las mascotas de otras personas que ya no están en el mundo, pero he cogido estos dos nombres porque sus muertes fueron leídas en la publicación de una carta y en una nota de La Revista; fueron similares a las de mi guerrero Peluchín.
No tengo el gusto de conocer a los exdueños de Topín y de Perla, pero me identifico con ellos. Ojalá que al cabo de tantos meses de las muertes de las mascotas, el duelo esté pasando, es durísimo. A mi guerrero Peluchín, recogido de la calle como tantas mascotas, le pude dar una buena vida; sobrevivió a una cirugía a la respetable edad de 12 años, pero un descuido fatal lo arrancó de nosotros. Las personas que tienen la dicha de gozar de los afectos únicos de perros, gatos, no los dejen sueltos sin control, al sacarlos a la calle, es el principal motivo por el que envenenan a perros y gatos. Solo los que queremos a los animales entendemos el cariño que nos profesan, son paladines de la lealtad, compañía sin que comprometan nuestra reputación, “médicos” del alma sin ir a la universidad, guardianes de nuestra integridad sin previo entrenamiento, “atletas” al recibirnos como si llegaran al final de una maratón. Gocemos y cuidemos a nuestros “hijitos”.
Ana Cepeda, Guayaquil