Conozco aquella palabra desde hace poco. La friggatriscaidecafobia es el temor a los viernes 13. En la mitología nórdica, Frigg era diosa del amor, la fertilidad, todo lo que tiene que ver con maternidad y asuntos domésticos. Soy enemigo de las supersticiones, me parece absurdo que ciertos edificios omitan el piso 13, pasen directamente del 12 al 14. El compositor Schoenberg nació un día 13, murió también un día 13. Me operaron a corazón abierto un día 13 a las 13:00, estuve hospedado en la habitación número 13, mi vuelo de regreso fue un día 13: coincidencias.

Pensar que el movimiento de planetas influya en nuestro destino, que los doce signos del zodiaco definen nuestro temperamento, hasta nuestro carácter, me suena a broma. En realidad los signos son trece (otra vez aquel número fatídico), pero no se toma en cuenta aquel decimotercero llamado Serpentario. Mucha gente se deja guiar por los horóscopos, siendo evidente que suelen rotar las mismas trivialidades, el viaje emprendido, el dinero que llega. El asunto llega a mayores cuando se piensa que dos personas de signos supuestamente opuestos están condenadas al fracaso. Cuando me casé, una conocida agorera me advirtió de que según el zodiaco, mi elección no podía ser peor, mas tuve el mejor matrimonio que podía soñar. En la final del Mundial, alemanes y argentinos se persignaron al entrar a la cancha.

Para griegos y romanos existían varias maneras de prever el porvenir. Los aruspicios consistían en leer el futuro en las entrañas de animales sacrificados. Otros agoreros practicaban la ornitomancia, estudiando el vuelo de las aves. Podríamos reírnos de semejantes supersticiones, pero no hemos progresado mucho, se lee en el café, en el humo, en el tarot. Cuando extravié las llaves de mi automóvil, una amiga mía me aconsejó rezarle a san Antonio, especializado en estos asuntos, preferí tomar la decisión realista de cambiar el switch del automotor. Yendo a la costa hace unos años, tomé fotos de un carro estrellado, supe que habían muerto sus pasajeros. En la cajuela, una frase impregnada de humor negro rezaba: “Dios guía mi camino”. Los humoristas suelen ser agnósticos, lo conversé mucho con mi amigo Quino.

Las supersticiones abarcan ridiculeces: el gato negro, la escalera, la herradura, el trébol de cuatro hojas, el sombrero debajo de la cama, derramar la sal, romper un espejo, llevar una pata de conejo, cruzar los dedos, tocar madera, levantarse con el pie izquierdo, tirar una moneda en un pozo o en una fuente, tocar a un jorobado, agujas clavadas en un muñeco, poner una escoba detrás de la puerta, arrojar arroz en una boda, reenviar fotos representando dinero, se habla del mal de ojo, se preparan menjurjes con sangre de la menstruación, se esconde un diente debajo de la almohada para que lo recoja un ratón. ¿De verdad existe la cultura o seguimos siendo ignorantes? Tengo alergia a todos quienes pretenden conversar conmigo acerca de los signos del zodiaco en pleno siglo XXI. Pero los “clarividentes” manejan millones gracias a tantos ingenuos. En todo caso, el decimotercer sueldo sigue siendo una bendición.