Esta semana la barbarie con la que el ser humano puede actuar con sus semejantes se ha mostrado de cuerpo entero, nos ha recordado una vez más que no importa qué tan rápido podamos viajar o comunicarnos, qué tan “civilizadas” consideremos a nuestras sociedades, si cada vez que tenemos la ocasión, no dudamos en acudir a las estructuras más primitivas. La tecnología se mide, entonces, a base de su eficiencia para eliminar personas, los avances científicos se expresan en niños muertos y viviendas destrozadas.
Dos eventos nos han sacudido la conciencia y nos ha mostrado nuestra miseria humana en tecnicolor. Me refiero a los ataques a la Franja de Gaza y el ataque en Ucrania a un avión de pasajeros. En el primer caso los bombardeos israelitas han provocado casi dos centenares de muertos, de los cuales más de las dos terceras partes son población civil. En el segundo caso, casi trescientos ocupantes del avión que viajaba de Holanda a Kuala Lumpur fueron eliminados en cuestión de segundos. Ni uno solo de los pasajeros logró sobrevivir a la tragedia.
Las motivaciones en cada caso, descollan por su perversidad. La intervención armada en Gaza estuvo precedida por una escisión en la coalición de derecha que gobierna Israel actualmente. Fue pública la discrepancia entre el primer ministro, el conservador Benjamín Netanyahu, y el ministro de Relaciones Exteriores, Avigdor Lieberman, quien representa al partido Israel Beitenu, facción de derecha aún más radical que la del premier. La petición de mano dura del sector de mayor fundamentalismo, evidentemente pesó a la hora de decidirse una intervención armada en la Franja de Gaza. La situación del gobierno palestino no es mejor que la de su par israelí, pues la coalición entre Al Fatah y la OLP que actualmente ejerce el poder, ya se encontraba inestable antes de la última escalada de violencia y el presidente Mahmud Abbas debe enfrentar una realidad evidente: por mucho que se esfuerce, no controla las acciones violentas de Hamás y la brecha entre su régimen y los islamistas es cada día mayor. En síntesis, un pacto político que sobrevive a fuego y sangre de inocentes, de población civil que de pronto ha tenido que abandonar sus hogares para no perecer bajo el fuego israelí. La propia ONU ha denunciado que tres de cada cuatro víctimas son civiles y las imágenes de niños destrozados que recorren las redes sociales nos recuerdan día a día lo demencial de la situación. ¿Qué tienen ellos que ver con los drones de Hamás? ¿Qué parte de la coalición ultraderechista que gobierna Israel es de su incumbencia? Niños que no entienden el porqué del misil que los asesina con una crueldad inimaginable; que si no caen muertos deben huir de sus hogares, junto a su familia gimiendo de miedo por la posibilidad de otro ataque. La violencia utilizada ha llevado a que se generen voces críticas dentro del propio Israel, pues el Likud gobernante en lugar de aliarse a los laboristas se coaligó con la ultraderecha de Lieberman y el ministro de Economía, Naftalí Bennet. Hay un sector de la población que ya demuestra su hastío frente a la violencia, aun enfrentando una agresión real como la Hamás. La opción armada ya no es vista como solución por este segmento poblacional.
Si la violencia en Gaza es demencial, qué decir del ataque a un avión comercial lleno de civiles en Ucrania, coincidencialmente de Malaysia Airlines, que hace apenas cuatro meses ya sufrió la pérdida de otra aeronave con doscientos treinta y nueve pasajeros sin que hasta la fecha se sepa su paradero. La caída del avión en territorio ucraniano no fue accidental, pues todo apunta a un misil lanzado desde la zona controlada por los separatistas prorrusos, quienes además han tratado de impedir que los especialistas de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa, OSCE, puedan realizar efectivamente su trabajo y establecer las verdaderas causas de esta tragedia. Los pasajeros eran todos civiles, totalmente ajenos al conflicto entre el gobierno ucraniano y los separatistas armados y entrenados por Moscú. Inclusive entre los primeros se encontraba Joep Lang, uno de los externos más reconocidos en el mundo sobre el sida, quien incluso viajaba a un congreso que sobre la materia iba a realizarse en Australia. Al parecer, casi un centenar de pasajeros iba al mismo encuentro académico que Lang, hasta que fueron salvajemente masacrados por un misil de alta tecnología.
Los dos eventos que se suceden en paralelo nos muestra no solo que en materia de derechos no hemos avanzado mayor cosa, sino la fragilidad del orden mundial, pues cualquiera de estos sucesos podría desencadenar consecuencias funestas para toda la humanidad.
Dos eventos nos han sacudido la conciencia y nos ha mostrado nuestra miseria humana en tecnicolor.