El Mundial de Brasil deja en claro tres cosas: los jugadores latinoamericanos comprados por los clubes europeos –repatriados a sus selecciones nacionales– muestran superioridad ante sus pares de Europa (casos España, Inglaterra, Italia); el dinero que compra esa calidad se encuentra centralizado en Europa, pues los clubes latinoamericanos no son competitivos con los capitales europeos que vienen de Rusia y los países árabes; el Mundial, vitrina de este mercado, muestra las bondades de los nuevos jugadores que ficharán para los clubes europeos en el futuro, mientras las actuales estrellas cuidan sus billonarios miembros inferiores para seguir compitiendo y ganar euros.

El fútbol no escapa a la lógica del mercado, la FIFA garantiza que se den resultados en función de su rentabilidad; manipularán y hasta meterán la mano en los partidos, si es necesario, para lograr su objetivo, cual es vender un espectáculo pseudonacionalista a los millardos de fanáticos del mundo, cuyo estado de abobamiento nos dura un mes cada cuatro años. Jamás países como el nuestro podrán llegar muy lejos, no tanto por falta de calidad sino porque no son rentables.

Ney Alfonso Dolberg Carrera, médico, Quito