Los lectores suelen preguntarme por qué viajo a lugares como Sudán y Birmania cuando los estadounidenses tenemos tantos problemas de qué preocuparnos en casa.
Como comentó Janessa en mi página de Facebook: “¿No deberíamos de atender los problemas dentro de nuestras fronteras antes de tratar de resolver los problemas de los demás?”.
Es una pregunta válida y ahora se plantea con más frecuencia. Estamos hartos del mundo y hay muchos problemas humanitarios que parecen insolubles. Estamos listos para voltearnos hacia dentro.
Empero, quizá la respuesta la podríamos encontrar en un encuentro que tuve el mes pasado en Birmania, durante mi concurso anual “gana un viaje”, con una estudiante a cuestas.
La ganadora de mi concurso este año fue Nicole Sganga, estudiante de veinte años en Notre Dame. Un día caminamos hasta la remota aldea de Yae Thay, lejos de cualquier camino, y conocimos a una mujer de nombre Sajan, también de veinte años de edad.
Nos detuvimos a parlotear, conocimos a sus hijos y hablamos de sus aspiraciones. Tanto Nicole como Sajan son brillantes, trabajadoras y divertidas, y congeniaron bien. Pero su vida no podría ser más diferente... un reflejo de la lotería del nacimiento.
Mientras Nicole creció en una familia de clase media de Long Island, Nueva York, con gran éxito en la escuela, Sajan tuvo que dejar los estudios a los diez años, cuando murió su padre. “No pude permitirme ir a la escuela después de eso”, explicó.
Sajan, modelo de ingenio, resistencia y tenacidad, trabajó de cocinera para unos pescadores y se casó a los trece años, vendida por una vaca. Ella tiene dos hijas a las que aspira poder enviar a la escuela, hasta preparatoria, pero también quiere tener hijos pues, explica, “un niño es mejor que una niña”.
Ella nunca ha consultado a un dentista. Usa lápiz labial pero no tiene televisión, radio y ni siquiera electricidad. Nunca ha viajado en auto y no tiene bicicleta para andar por ahí. Su guardarropa consiste en dos sarongs y cuatro blusas, pero no tiene zapatos o sandalias; siempre anda descalza.
Sajan revela que puede salir de su casa solo con el permiso de su esposo. Ella ama a su esposo pero no quiso decir si él la golpea. Pero añadió a modo de reflexión que el marido debe golpear a su mujer si esta lo desobedece.
Nicole le dijo abiertamente a Sajan que ella no pensaba casarse antes de los 30 años. Nos preguntamos si Sajan desdeñaría este estilo de vida, pero ella dijo de inmediato: “Me gustaría cambiarme contigo”.
También calculó que una muchacha con tantos estudios como Nicole alcanzaría un precio de novia muy alto..., por lo menos cinco vacas. Eso quizá sea un indicio del valor que le asignan los aldeanos a las mujeres con estudios.
(En otra aldea, un hombre le ofreció cien vacas a Nicole si se casaba con su hijo. Ella le explicó amablemente que no estaba a la venta.)
Sajan y otros aldeanos se surten de agua para beber de estanques abiertos y charcos lodosos, pues no hay pozos de agua. Los resultados son enfermedades, parásitos y muerte, especialmente entre los niños.
En la aldea nadie usa métodos anticonceptivos y no se sabe cuántas personas siquiera saben de su existencia.
Fue escalofriante ver a Nicole y Sajan hablar entre ellas. Dos muchachas nacidas casi al mismo tiempo, las dos con talento y sueños, las dos aprovechando las oportunidades, empero, solo una de ellas situada en un contexto que permite el pleno despliegue de sus capacidades. Fue un recordatorio de una verdad de la vida: el talento es universal pero las oportunidades no.
Esa es una razón por la que animo a los jóvenes a viajar fuera de su zona de confort: de lejos es más fácil ver nuestros propios privilegios..., y las consiguientes responsabilidades.
Este año se ha hecho mucho énfasis en la desigualdad en Estados Unidos, lo cual era muy necesario. Incluso Lloyd Blankfein, director ejecutivo de Goldman Sachs, advirtió que la desigualdad está desestabilizando al país. Pero, por supuesto, las grandes privaciones se sufren en Asia y África y sigue siendo mucho más barato crear oportunidades en los países pobres que en los ricos.
Las vacunas salvan vidas. Yodurar la sal eleva el coeficiente intelectual y reduce la inestabilidad mental. Los pozos, los mosquiteros para las camas y la desparasitación mejoran la salud. La planeación familiar ayudaría a los 215 millones de mujeres de todo el mundo que ansían una forma de no quedar embarazadas. La educación permite transformar la propia vida. Todo esto es muy fácil y barato.
En algunos círculos de Estados Unidos se considera glamuroso ser voluntario en Tanzania, pero no ser mentor de un chico que viva en los barrios bajos. Eso es miopía. Pero yo pienso que también es miopía insistir en que primero debemos resolver nuestros problemas para después abordar los del extranjero.
La compasión no debe depender, de ninguna manera, del color de la piel o del pasaporte. Podemos, si bien de manera incierta e inconstante, tratar de resolver simultáneamente los problemas internos y externos; difundir las oportunidades para que las Sajan del mundo tengan las mismas oportunidades que las Nicole.
Calculó que una muchacha con tantos estudios como Nicole alcanzaría un precio de novia muy alto..., por lo menos cinco vacas. Eso quizá sea un indicio del valor que le asignan los aldeanos a las mujeres con estudios.
© The New York Times 2014.