Herencia del boom petrolero (1977) el buque insignia de la Armada Nacional, popularmente conocido como La Fragata Guayas o La Dama Blanca (así llamada por los marinos) y que surca los mares del mundo llevando el mensaje de ecuatorianidad a otras latitudes, es la escuela donde algunas generaciones de guardiamarinas y grumetes han probado su vocación y su temple marinero.
Su hermosa silueta acoderada al muelle de la antigua Capitanía del puerto frente al Municipio de Guayaquil constituye una de las imágenes más vinculadas a la identidad marinera de esta urbe, por lo que la posibilidad de que no volvamos a tenerla cerca nos preocupa y entristece.
Los prácticos que desde la época colonial fueron personajes respetados e indispensables por sus conocimientos sobre los accidentes del río, cuya sedimentación tratándose de un estuario es continua y peligrosa, han expresado su opinión en torno al puente basculante recientemente inaugurado y al paso de embarcaciones de un calado superior a 6 pies. Pues, tratándose de una ría con doble marea (creciente y vaciante) sería muy difícil establecer horarios exactos para el paso de las embarcaciones, entre ellas nuestra querida Fragata Guayas, ya que los riesgos que se correrían son muy grandes y, aun cuando la marea de creciente lo permita, habría que calcular el momento preciso de la estoa (corto lapso de total quietud del agua antes del cambio de marea) y extremar precauciones en la maniobra, para que al lentificar la marcha del buque por el tramo levadizo del puente peatonal, la fuerza hidráulica, que es impredecible, no altere su rumbo causándole algún daño. Otros criterios de navegantes familiarizados con las corrientes y los bajos del río Guayas se pronuncian en el sentido de que el canal navegable de mayor profundidad no se encuentra al centro donde el nuevo puente tiene el tramo basculante, sino pegado a la orilla que es donde existen los tradicionales muelles y astilleros, entre esos el de Astinave (Astilleros Navales Ecuatorianos), que caprichosamente se desea eliminar. Por esas y otras opiniones autorizadas nos preguntamos, ¿si acaso tendremos que decirle adiós a La Dama del Río, perdiendo otro símbolo de guayaquileñidad?
Jenny Estrada R., historiadora, Guayaquil