Siempre me deja fascinado la forma de jugar fútbol en toda Europa. Se pasa, se toca bien la pelota y se respeta al rival. Poquísimas discusiones y maravillosas veloces jugadas. Hermoso espectáculo. Por supuesto que hay excepciones.
El último juego Manchester United-Bayern Munich, en Londres, terminado en empate, resumió de parte de los alemanes 720 pases en los 90 minutos de juego, que nos muestra que hubo 8 pases cada minuto, jugados a una velocidad de puro frenesí.
Aparte de eso y en un partido anterior, me llamó la atención observar la honesta y profesional aclaración de un jugador al juez central que pitó penal y el atropellado le aclaró que no hubo falta. Naturalmente no se cobró el penal. Increíble.
En Ecuador estaban jugando dos equipos de arriba en la tabla, con papel y lápiz contabilicé lo que me pareció interesante: en el primer tiempo se concretó un gol y hubo 33 caídas personales. En el segundo tiempo, con dos goles más, hubo otras 41 por un gran total de 74 caídas, producto de tropezones, empujones y resbaladas producidas por una mala acostumbrada práctica de los futbolistas, no solo nacionales sino a nivel latinoamericano.
En este encuentro hubo más de 40 interrupciones pitadas y una tarjeta amarilla.
Los porcentajes nos indican que prácticamente cada dos minutos se interrumpía el juego por la actitud de los futbolistas. Esto es, primero, una falta total de respeto entre los jugadores y, segundo, lo más importante, es para las personas que pagan por ir al estadio y se ven obligadas a presenciar esta continua interrupción del partido que demora el fluir de las jugadas.
También he notado, pero con mucho agrado, que los buenos jugadores de nuestro balompié se caen poco, no agreden y juegan limpio. Esta forma de jugar fútbol en Ecuador es una razón muy importante para que los espectadores no asistan ni lleven a sus familias a los estadios.
Hace algunos años, cuando el legendario Didí fue convocado para dirigir la selección de Perú, le preguntaron a qué venía y manifestó: “Vengo a enseñar a parar la pelota”. Este, a mi modo de ver, es el secreto del juego y es lo que más le falta a los jugadores en muchas partes del mundo.
Los directores técnicos y entrenadores deberían ponerse como meta, practicar hasta el cansancio esta primera lección y al mismo tiempo recordar a sus jugadores el respeto al rival y no permitir el exceso de barrederas, tiradas al suelo o caídas con gritos de dolor con el teatro para impresionar al juez, dañando un espectáculo que convierte en pantomima un foul que no existió.
Cualquier conocedor de fútbol sabe perfectamente que cuando un jugador empieza a aplicar la guadaña es porque se le acabaron los recursos técnicos y no le queda más que la patada artera, y ese profesional no merece jugar en la serie A.
¡Vamos, jugadores, practiquen el fair play y el buen fútbol que sí sabemos todos que lo pueden hacer. Si no fuera así, no estaríamos preparándonos para admirarlos en el Mundial de Brasil 2014!
Alfredo R. Suárez Ramírez, Guayaquil