Hace tres años, la escuela de mis hijas anunciaba el uso del famoso sistema uno para el siguiente periodo; se nos contaba de certificaciones internacionales, del uso de una plataforma de educación digital y en corto plazo eliminaría los casi diez libros que pedían, por libros digitales; era la tendencia moderna.
El sistema se manejaría en una plataforma y tabletas, por $ 15 mensuales que se sumaban a la pensión. El sistema se lo incorporó a modo obligatorio. Tratamos de ver lo positivo en la eliminación de tantos libros físicos por los digitales, lo que podía generar un ahorro y reducción del peso de las mochilas escolares que se asemejaban a medio costal de papas que afectan las espaldas. El primer año nuestro malestar fue alto, el uso de la tableta era esporádico por existir solo una en cada salón. La lista de útiles estaba cargada de muchos libros, la mayoría más costosos del grupo editorial que tiene la representación del famoso sistema. El segundo año, las maletas de nuestras hijas siguieron con el mismo peso, lo que siempre ha generado el uso de dos mochilas cada año, para cada una de ellas. Seguíamos pagando por el sistema, esta vez a una empresa formada en el 2013 que asumió el cobro de los insumos académicos, útiles y sistema. En este año lectivo 2014 la nueva lista de útiles de la más pequeña de mis hijas, va a quinto de básica, es de $ 329,40. Veo ya solo dos libros de materias complementarias y varios cuadernos, pero el sistema tiene un costo de $265. Llamo a la escuela y la respuesta fue: “La lista no es nuestra, sino de la empresa... Quedamos asustados porque falta recibir la lista de la mayor de nuestras hijas. He querido contar mi experiencia no con el ánimo de calificar la idoneidad o no del sistema, pero sí expresar que está dirigido a eliminar los libros, pero de la competencia, lo que podría resultar un monopolio educativo puesto que al estar diseñado para trabajar con sus propios libros complementarios, editoriales locales correrían el riesgo de ser marginados. Las autoridades de educación deberían hacer una revisión de los útiles o materiales que exigen las unidades académicas particulares, puesto que podrían convertirse en un nuevo medio para compensar al costo de sus pensiones por tener límites legales. Me causó gracia ver en una foto de la escuela al señor alcalde que contribuye con la educación, con libros del programa Más Libros, pero paradójicamente nunca los hemos utilizado en la escuela, siendo gratis estos textos.
José Cristhian Castro Velasteguí, Guayaquil