No cabe la mínima vacilación de que el pueblo ecuatoriano acudió a las urnas el 23 de febrero con el designio de censurar el sarcasmo, la prepotencia y la imposición que se pretendía crear sobre votantes, tratando de quebrantar su conciencia, persuadiendo que la llamada “revolución” es un proyecto político que tiene que continuar con el triunfo de sus candidatos. Infortunadamente el veredicto del pueblo ecuatoriano aguó la fiesta.

De igual manera la decisión de los electores expresa que anhelan dejar en el pasado el círculo que penosamente se viene dando a través de un reciclaje sempiterno de las mismas caras conocidas, que lo único que han conseguido es desgastarlas ante la opinión pública por su accionar que, en algunos casos, han sido perjudiciales a los intereses del pueblo, con el pretexto de realizar cambios sustanciales en varios campos de la sociedad. El fracaso de las últimas elecciones o el “revés” como lo ungen, engloba también el fraccionamiento tanto a nivel nacional como provincial de cierto clientelismo, al atrancar a propósito una participación que englobe a todos los sectores inmersos en un movimiento; situación que engendró en la mayoría de los casos la disgregación de sus afiliados y en otros la separación irrebatible de la organización. Todo esto contribuyó a sufrir una inexorable derrota en las elecciones seccionales que el pueblo ecuatoriano les propinó.

Eloy Izquierdo Buestán, doctor en Jurisprudencia, Azogues, Cañar