Marina Larrosa Castro
Yo vendo solo corvinas
Entre 10 y 15 minutos se demora en freír una corvina, por el tamaño. Hace años, con mi esposo comenzamos con chuzos, chuletas, pero luego vimos que el negocio no daba porque en toda la esquina pusieron chuzos, así que intentamos con el pescado. He trabajado con corvinas un poco pequeñas, pero a la gente le gustan las grandes, que se salgan del plato. Fluctúan entre 5, 6 y hasta 7 dólares las más grandes, pero también hay de 3 dólares (...), para todos los bolsillos.
El pescado viene con patacón y salsa, y aparte, si usted desea, tenemos moritos de lenteja, incluso los domingos arroz con menestra, ya eso es cuestión del cliente de cómo lo acompaña, más su bebida favorita.
Los clientes elogian el sabor de La Corvina de Marina, por eso soy bastante conocida. Compro el pescado en el mercado Caraguay, cuando hay abundancia, en la noche. Y si no, se busca durante el día, porque a veces escasea. Hay personas que vienen de Engabao, entonces buscamos en los diferentes mercados.
El verde siempre tiene que estar verde, aunque hay clientes que sí les gusta el pintón, pero hay otros que dicen que no, que el pescado es con verde. Y la salsa de cebolla se la hace con buen tomate y buena cebolla. No por el precio usted va a comprar algo de menor calidad.
Yo soy bien meticulosa y con mi hijo compramos lo fresco, de lunes a domingo. Y siempre atiendo yo. Si alguna vez tengo que salir o hacer un viaje corto, dejo todo hecho. Incluso los aliños los preparamos aquí mismo, no usamos nada procesado.
Aquí han venido bastantes personas conocidas, como (Hugo) Gavilánez, Jassú, Gagliardo, entre otros.
Cuando recién empecé a preparar las corvinas, hace más de ocho años, un señor me dijo: “Usted va a tener mucho éxito si no cambia su sazón”. Y gracias a Dios así ha sido.
Tuve aceptación y de poquito a poquito fueron llegando más clientes. Primero trabajaba de lunes a viernes, después fui incrementando un día y luego otro. De vender cinco o seis pescados diarios, ahora atiendo de lunes a domingo, de 04:30 a 22:00, y trabajan conmigo mis cuatro hijos, mi esposo, mis dos hermanas y una señora que me ayuda.
En este local, en San Martín y Guerrero Valenzuela, ya tengo cuatro años, pero yo empecé hace once con un fogón de leña en la esquina. Era muy incómodo, sobre todo cuando llovía, nos mojábamos y apuraditos teníamos que recoger todo e irnos. También recuerdo que mi hijo traía la leña al hombro desde un taller de ebanistería que quedaba un poco lejos. Hemos pasado bastantes cosas; no fue fácil. Yo soñaba con ocupar un cargo en una oficina, pero cuando se tienen hijos hay que atenderlos y trabajar en lo que sea (...). Entonces les digo a mis hijos que aprovechen, que estudien, porque esto da para que ellos estudien; y me siento orgullosa por lo que hemos logrado, porque veo que con esto puedo darles una buena educación.