Pablo Lucio Paredes, en su artículo ‘¿Subsidios?’, publicado en Diario EL UNIVERSO, el 27 de octubre del 2006, comentó: “¿En qué consiste un subsidio, por ejemplo, el del gas? Básicamente, en que el Estado compra gas a un cierto precio en el mercado internacional y lo vende más barato en el país (o lo que es similar, produce combustibles que podrían ser vendidos a un cierto precio en el mundo y los vende más barato internacionalmente) ¿Qué ha hecho? Tomar el dinero de ciertos ciudadanos (los que pagan impuestos) y con eso beneficiar a otros ciudadanos (los que utilizan el gas). Si los que pagan y los beneficiados son los mismos, no se ha logrado nada en términos de redistribución de la riqueza entre ciudadanos, pero sí se ha hecho un doble daño”. Y el tiempo le ha dado la razón.

El impacto económico del subsidio a los combustibles (GLP, gasolinas y diésel) ha ido creciendo desenfrenadamente desde hace algunos años, afectando a los ingresos fiscales, sin tomar en cuenta el desembolso inmisericorde por las importaciones de esos derivados, que sirven para suplir la deficiente producción de las tres refinerías estatales. La ayuda solo debía cubrir a los consumidores de GLP para cocinar sus alimentos, pero la realidad ha sido distinta. Los grandes ganadores han sido los intermediarios internacionales, especialmente Trafigura, y los contrabandistas en las fronteras norte y sur del país; el diésel subsidiado se lo ha utilizado para el consumo de las plantas termoeléctricas (generadoras de energía) y para el sector pesquero; y, las gasolinas, en menor cantidad, para la movilización motorizada.

El 20 de octubre del 2006, luego de la primera vuelta electoral, el candidato presidencial Rafael Correa explicó a este Diario que seguía vigente la propuesta de AP de no eliminar los subsidios. Textualmente dijo: “En las actuales condiciones sería un absurdo, no todo subsidio es malo. Aunque el subsidio al gas es ineficiente, podríamos focalizarlo si hay consenso social”. Como jefe de Estado dejó que el problema creciera y nunca tomó medidas oportunas para evitar el despilfarro de divisas.

Recientes noticias expresan el deseo del mandatario de –ahora sí– eliminar paulatinamente el consumo de GLP utilizado mayoritariamente para la cocción de alimentos de los hogares ecuatorianos y reemplazarlos por el consumo de energía eléctrica, porque se supone que en el año 2016 ya estarían funcionando las plantas hidroeléctricas. Es decir, propone descartar el uso de cocinas a gas y utilizar cocinas eléctricas, medida que pretende disminuir el consumo de GLP, por lo tanto, disminuir su importación. Después de siete años de gestión, y ante la falta de financiamiento del Presupuesto General del Estado, el presidente se ha “percatado” de que dicho subsidio significaría $ 4.537 millones y ha decidido focalizarlo. Medida tardía con dudosos resultados efectivos.

Entonces, ¿qué sucederá con el sistema de abastecimiento de GLP (obra con supuesto sobreprecio y tres años de atraso, ubicada en Monteverde) que se inaugurará próximamente? ¿Solo servirá para dos años de operaciones? ¿Más 510 millones de dólares se desperdiciarán infamemente? ¿De qué valieron tantos reclamos y sufrimientos de habitantes de la vía a la costa y de barrios marginales para evitar que la tubería del gasoducto pase al pie de sus casas convirtiéndolas en verdaderas bombas de tiempo? ¿El remedio saldrá más caro que la enfermedad?

Pedir respuesta oficial es misión imposible. Que la ciudadanía juzgue... después de todo, somos los mandantes.