Abro el periódico y veo al papa Francisco, leo un par de citas en las que hace referencia a los jóvenes y me acuerdo de Juan Pablo II, y cuando estuve como guardia papal en el Estadio Nacional para el encuentro con la juventud en Chile, y me acuerdo también que, como jóvenes de un país aislado de los fenómenos mediáticos, lo escuchábamos como uno escucharía a una celebridad, sin poner mucha atención a lo que decía, había que verlo. Había que ver al papa, como había que ver un par de años después a Rod Stewart, el primer megaconcierto que se dio por esos tiempos en la capital del país sureño.
Éramos una generación marcada por los discursos y estéticas que proponía MTV, canal de videos musicales que salió al aire, justamente un 1 de agosto de hace 32 años. Caímos fácilmente en las garras de un proyecto que tenía como premisa un modelo de negocios muy claro: reconocer lo que la juventud quería y dárselo a través de la pantalla. Fuimos creciendo y el canal evolucionando de acuerdo con los intereses de las nuevas generaciones, incorporando otro tipo de programación: dibujos animados bizarros, realities shows sobre las temáticas más superficiales y controversiales en la vida de los adolescentes, etcétera. Y poco a poco, muchos de los que nos identificábamos con los comerciales de I want my MTV y las transformaciones psicodélicas de sus logotipos, nos distanciábamos estableciendo una serie de juicios de valor sobre la decadencia del querido MTV, juicios que caían también sobre los nuevos jóvenes.
Y eso me lleva de vuelta al papa Francisco y a las numerosas y recurrentes menciones y endosos de responsabilidad que hay en tantas partes alrededor y hacia los jóvenes.
¿A qué nos referimos cuando decimos jóvenes? ¿Desde dónde nos ubicamos para definirlos? A veces siento que se pone a los jóvenes como un concepto comodín, como fuerza pujante, como herederos responsables de lo que queda, argumento de esperanza para resolver cualquier problema o salvar un discurso.
Creo que se tiende a leer a la juventud desde nuestros propios referentes y estructuramos evaluaciones al respecto, cuando en realidad, el problema puede ser que ya no sabemos dónde leer a los jóvenes.
Si los buscamos en las formas de acciones y emprendimientos visibles que marcaban a nuestras generaciones, no los vamos a encontrar.
Las redes sociales y una otra construcción y participación de los espacios sociales nos han distanciado enormemente de ellos. Sin embargo, mientras no los vemos donde los esperamos o quisiéramos ver, muchos de ellos actúan en lugares paralelos, como en ‘Agentes de Cambio MTV’, un espacio colectivo, nacido de nuestro mismo viejo canal, que a través de iniciativas on-line incentiva a los jóvenes de Latinoamérica a comprometerse y transformar lo que les afecta. El proyecto en curso es un llamado a los DJ a que usen su poder de convocatoria para hacer el bien, difundiendo mensajes de responsabilidad social a la juventud latinoamericana a través de sus presentaciones y redes sociales.
Entonces, hay que tender puentes que nos permitan encontrarnos, comprendernos y ahí poder establecer con mayor efectividad distintos tipos de participación entre jóvenes y no tan jóvenes, en búsqueda de un bien común.