Historias del Guayaquil antiguo
Desde la época colonial, la fiesta de san Pedro, en la sabana grande, eran muy esperada. Con este último nombre se conocía a los terrenos donde estuvo la hacienda La Atarazana, al norte de la ciudad de Guayaquil.
El fundo lo compró a mediados del siglo XIX, primero, el doctor Francisco Xavier Aguirre Abad, quien lo vendió a don Manuel Mariscal del Puerto, y por último, lo adquirió el doctor Francisco Xavier Aguirre Jurado que lo negoció a la Junta de Beneficencia. El último administrador de la propiedad fue Tiberio Salas, que la recorría a caballo y con sombrero grande de paja toquilla.
El 29 de junio era el día de san Pedro, que lo celebraban al oeste de la hacienda, al pie donde hoy está el colegio Aguirre Abad; había una capilla pequeña de madera, decorada y pintada de color gris, en cuyo alrededor se desarrollaba la fiesta con venta de alimentos, licores, juegos pirotécnicos y misas. Y cerca de la capilla estuvo un pequeño cementerio.
Acudían muchedumbres de vecinos guayaquileños y extranjeros (italianos y chilenos) que decían: “¡Vamos por san Pedro!”. A lo largo de las calles Manuel Matheus (actual Julián Coronel) y García Moreno, grandes nubes de polvo oscurecían el ambiente porque no existía el empedrado ni el pavimento.
En los años 50 del siglo pasado, la Junta de Beneficencia trasladó a sus habitantes a la orilla oeste del estero Salado, cerca del sector San Eduardo; denominándose también San Pedro al asentamiento donde el sacerdote José Gómez Izquierdo ejerció su brillante apostolado en favor de los pobres.
Gonzalo Mariscal Contreras,
abogado, Guayaquil