Estos tres vocablos griegos fueron usados por el historiador inglés Arnold J. Toynbee para denominar fases en la caída de las civilizaciones. Son conceptos que se pueden aplicar en general a muchos tipos de colectivos, entre los cuales de manera muy adecuada a los movimientos políticos, sobre todo, a los populistas. Koros, todo según Toynbee, significa hartazgo y aplicada es la condición de ser echado a perder por el éxito. Hybris es la consiguiente pérdida de equilibro moral y mental. Y ate, el impulso ciego que lleva a intentar lo imposible.
El koros del populismo proviene justamente de su eficacia política, sobre todo electoral. Se hartan de victorias, de cinco, seis, siete... Termina siendo un sistema conservador que vegeta en la técnica que le han deparado sus triunfos y cree que es capaz de lograrlos indefinidamente. La hybris era para los griegos la pérdida de la proporción, que siempre consiste en “salirse de la porción” que le está destinada, o sea de su destino. Toynbee cita a Platón al hablar de ella: “El cuerpo sobrealimentado caerá enfermo, mientras que el funcionario insolente caerá en la injusticia que siempre engendra la hybris”. El autoritarismo es la forzosa manifestación de la desmesura populista, aunque en sus orígenes pueden ser democráticos (en el sentido de impuestos por una mayoría), invariablemente terminan siendo despóticos. La ate es el suicidio político. El nacionalsocialismo alemán debe considerarse el epítome de los populismos. Después de las aparentemente prodigiosas realizaciones (carreteras, prestaciones laborales, crecimiento) se embarcó en la locura de conquistar al mundo en la mayor carnicería de la historia. Esta explosión hacia afuera es un arquetipo extremo, pero con más frecuencia encontramos un desenfreno interior, una desproporción que los lleva a imponer cadenas cada vez más pesadas. La caída del primer peronismo y la de Getulio Vargas (en este caso acompañada de suicidio físico) se explican de tal manera. La ate populista se expresa casi siempre con una demagogia desenfrenada, alza de sueldos, nacionalizaciones y otras medidas desesperadas. Al mismo tiempo cargan la mano en la represión.
Este como todos los esquemas en materia social y humana no puede aplicarse mecánicamente, sino que ha de interpretarse de forma dinámica. Las definiciones teóricas pueden ser muy precisas, la realidad es nebulosa. Con estas salvedades, podemos preguntarnos en qué etapa se encuentran los populismos autoritarios que tanto ruido meten ahora en América Latina. Especulamos para decir que Venezuela y Argentina han entrado en el desenfreno de la hybris, mientras que Ecuador parece hallarse en pleno koros, en el que la dirigencia se deja arrebatar por la ebriedad de la victoria. Sería muy interesante que este diseño cualitativo pueda encontrar una expresión cuantitativa y así poder predecir cuántos años durará cada proceso antes del colapso final, ¿trescientos años como lo quieren ellos? ¿Pocos meses como lo querrán otros? No es imposible que la muerte los transforme en momias fosilizadas y que estos pueblos tengan que soportar el peso de sus cadáveres por siglos.