Martha freía un pescado en la cocina, la noche del 29 de octubre de 2022, cuando una ráfaga de disparos sorprendió a los vecinos de la 18 y Domingo Savio, suroeste de Guayaquil. Su mamá, hermana y otros familiares, que conversaban afuera de su casa, entraron corriendo a la sala y se lanzaron al piso. Pero su hijo, Érick, no alcanzó a llegar.
El cuerpo del menor, de 11 años, quedó tendido en el suelo. Una bala le impactó en el ojo izquierdo, mientras jugaba en el celular de su mamá. “En una camioneta llegaron cuatro y se bajaron tres a disparar. (El ataque) dicen que fue para unos hombres, que se lanzaron al estero. Había muchos niños y personas celebrando un cumpleaños. Todos corrieron, solo mi hijo se quedó afuera”, lamenta la madre del pequeño, que soñaba con ser futbolista.
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Desde los 9 jugaba en las inferiores de un equipo quiteño. Sus ‘pupos’, casi nuevos, los conserva en su habitación, cerca de la foto de su niño que observa cada noche para intentar dormir. Pero no puede. El dolor de su ausencia la embarga y, también, el temor a represalias por haber denunciado a los sospechosos del crimen. Uno de ellos está preso.
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“Pero los otros siguen libres y siguen matando”, dice y asegura haber sido amenazada por uno de los involucrados: “Me dijo que si los denunciaba, iría por mi hijo mayor”. Actualmente está en el programa de víctimas y testigos de Fiscalía.
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Martha cree que podrá recuperar su tranquilidad cuando todos los involucrados en la muerte de su hijo estén tras las rejas. Hasta eso, lidia con el dolor que dejó la partida de su pequeño todos los miércoles, en cada consulta psicológica que recibe en Fiscalía.
A los pocos días del asesinato de Érick, Martha buscó ayuda en el Instituto de Neurociencias, en donde un psiquiatra le diagnosticó un episodio depresivo y le recetó una medicina para conciliar el sueño: “Con las pastillas pude dormir, pero al mes me las quitaron. Desde ahí no duermo en las noches, recién me quedo dormida a las 06:00″.
La depresión, sensación de tristeza intensa que impide retomar sus actividades, es uno de los trastornos que pueden presentar familiares de víctimas colaterales, como Martha, y también los deudos de personas asesinadas. “Estamos hablando de muertes súbitas, imprevistas y tienen esta connotación de injusticia, porque fue arrebatada la vida. Eso lleva a las personas a la ira, a una sensación de venganza y de culpa por no haber estado (...), son signos normales del mismo proceso de duelo”, explica Yadira Delgado, psicóloga del Instituto de Neurociencias.
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Delgado asegura que hay quienes no necesitan terapia los primeros meses, pero al sexto lo necesitarán; o, al revés, que desde el primer momento requieren la asistencia. “Y no tienen que dudar de buscarla, porque su cuerpo, emociones y por todo lo que está viviendo lo necesita”, añade.
En Neurociencias, los trastornos depresivos se han incrementado en 454 casos más durante el 2022, cuando se registraron 2.075 atenciones, en relación al 2021, cuando hubo 1.621. Los trastornos de pánico –que se reconoce cuando gritan, lloran de una manera intensa y entran en desesperación– también aumentaron, de 206 a 243; y los casos de ansiedad –que presentan alteración de sueño, temor y estrés– bajaron de 2.653 a 2.098.
A diferencia de este instituto, los trastornos de ansiedad tuvieron un alza de 345 atenciones en los centros del Ministerio de Salud (MSP) de la Zona 8 (Guayaquil, Durán y Samborondón). En 2021 recibieron 1.220 pacientes con esa patología y en 2022 se diagnosticó a 1.565 usuarios.
Otras patologías, como trastornos de estrés postraumático y de pánico, tuvieron un ligero incremento de dos casos; mientras que los casos depresivos bajaron de 595 a 454.
Joel Cañarte, psicólogo del centro del Cisne 2, considera que para manejar un duelo no siempre se requiere ayuda psicológica, dependerá de los recursos –apoyo familiar– y habilidades emocionales que tenga para sobrellevar y entender que esa situación no fue su culpa.
Pero qué pasa cuando llevo tres, seis meses, o me siento demasiado triste, que no puedo soportar, que me siento muy ansioso, con mucha desesperanza en cuanto a mi futuro. Ahí ya puedo identificar que ha dejado de ser duelo y probablemente se está convirtiendo en depresión
Joel Cañarte, psicólogo del centro de salud del Cisne 2 del MSP.
En la Zona 8, dividida por el MSP en doce distritos, se han registrado 3.214 citas psicológicas en 2022, 388 más que en 2021. El 21 % (676) se dio en las unidades del distrito 7 (Pascuales, Bastión Popular, Vergeles, Orquídeas), uno de los más violentos de Guayaquil y en donde se han cometido crímenes atroces. Algunos, decapitados y desmembrados.
En esa zona, las terapias psicológicas aumentaron en un 136 %, de 286 pasaron a 676. También se incrementaron en 164 % los casos en el distrito 5 (Samanes, Sauces, Tenguel); en 48 % los pacientes que se atienden en el distrito 2 (isla Trinitaria); y un 82 % las citas en el distrito 24 (Durán).
A los hospitales del MSP llegaron 1.359 usuarios en busca de atención psicológica el año pasado. Entre ellos, Sara, cuyo único hijo fue víctima colateral de un ataque armado en contra de unos vecinos en el sector de Vergeles, norte de Guayaquil, el 5 de agosto de 2022.
Han pasado seis meses y el dolor de perder a Anthony (28) no cesa. Con medicinas que le recetó el psiquiatra y en cada cita mensual con la psicóloga trata de lidiar con su pena: “Ayuda en algo, pero creo que este dolor nunca va a pasar”. (I)