Con una foto enviada por WhatsApp de la denuncia presentada en la Casa de la Justicia, ubicada en la calle Joaquín Mancheno, sector Carcelén Industrial (Quito), Carolina Anrango Haro cuenta, en medio de llanto, lo que le pasó el sábado anterior, cuando abordó un taxi desde un restaurante de la ciudad capital con dirección a su casa.

Al inicio de la conversación por Zoom (sin el video activado) era tal el nerviosismo y lágrimas que Carito, como la conocen, empezó a quebrantarse. Pidió unos minutos hasta poder levantarse y dirigirse a tomar agua con valeriana, porque en la noche había tomado unas pastillas para poder dormir.

“Ahorita te estoy hablando porque ayer me tomé un calmante, y creo que todavía estoy tranquila, pero empiezo a temblar cuando hablo de este tema. Mi psicólogo me dijo que era algo normal”, explica.

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Esta entrevista fue complicada y sufrió atrasos desde el día en que ella se comunicó con este medio, porque Carolina no se sentía lista para exponer lo que le sucedió.

Carito fue una de las participantes de la tercera temporada de MasterChef Ecuador, a inicios de 2022, concurso de cocina que transmite Teleamazonas. Lo hizo junto con Wilson Velasco, Andrés Arrata, María José Delgado, César Sahona, María Laura Sotomayor, Kléver Solís, Alberta Vallarino, entre otros. Fue la décima concursante en ser eliminada de esas cocinas.

De regreso, Carolina contó lo sucedido: “El día sábado (28 de agosto) yo salí con unos amigos a un restaurante. Resulta que a la medianoche les digo a ellos: ‘Me voy, porque ya es de noche’, y decido no tomar un taxi de aplicación, sino más bien salgo, porque donde estábamos había guardias y todo. Decido salir y el taxi se parquea fuera del restaurante donde yo estaba (calles Diego de Almagro y República). Y resulta que el taxi que yo tomo era de la cooperativa Carapungo, que se supone que taxea en esa cooperativa que es de la zona; yo solo recuerdo haber tomado el taxi. En la mañana, no, no recuerdo más que haberme tratado de levantar de la ducha —tengo lagunas— y quererme levantar de la ducha, estar sentada y arrodillada. Recuerdo que tenía mucho acondicionador en el cabello y me resbalaba y no podía levantarme. Pasé horas en la ducha hasta que dieron las seis y cuarenta de la mañana, y resulta que (no puede contener el llanto) yo me veo los dedos y logro levantarme apoyándome en las paredes de la ducha. Salgo porque no entiendo qué pasa; salgo de la ducha y lo primero que hago es ver los cajones revueltos. Voy a mi habitación y, de igual manera, todo revuelto. Se me habían llevado mis celulares, se habían llevado joyas, se llevaron todo lo que había en mi cartera, todo el dinero efectivo. ¡Se llevaron interiores míos! Y, según yo, hasta ese día en la mañana me habían robado. No entendía qué hacía desnuda en la ducha. Me vi lo que me pude sentir y que tengo todavía: un moretón enorme en mi brazo, que es lo que pude verme en el espejo. De allí yo salgo en busca de mi madre, en busca de alguien que pueda decir qué tengo que hacer, porque para mí... Yo vivo en un conjunto, en un condominio y, para mí, en ese momento, me robaron dentro del condominio, porque mi puerta estaba cerrada. Y yo había llegado a mi casa, pero no sabía cómo”.

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Carito vive sola en un departamento. La calle que la conduce a su residencia es en forma de cuchara (una misma entrada y salida). “Entonces, en el momento de yo contarles a las personas lo que pasó, me dicen: ‘No es normal que hayas despertado desnuda y con moretones. ¿Por qué no vas y haces una denuncia? Pide los videos de las cámaras’. Porque yo decía: ‘No sé cómo llegué’. ¡Yo no tenía idea de que el taxista me había podido tocar o que el taxista se bajó del taxi! Si no es hasta que cuando me dicen que pida los videos y, gracias a Dios, en el barrio donde yo vivo hay seguridad. Yo pido los videos antes de hacer la denuncia, porque no sabía si era alguien de adentro”.

Los videos de seguridad permitieron a Carolina ver lo que no recordaba. “Cuando veo el video, en efecto, se ve que donde yo vivo hay una cuchara sin salida. El tipo me deja antes. Yo me bajo y el tipo se da la vuelta, me sigue en el taxi y yo voy a intentar abrir la puerta, y el tipo en lo que se gira y a lo que se parquea en donde no se ve el punto ciego de la cámara. Se escucha a lo que se baja del auto, cierra la puerta, pone la alarma del auto y abre conmigo la puerta. Yo digo en el audio: ‘¿Qué, estoy loca?’. Y de allí ya no se me escucha más y se cierra la puerta”.

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En las grabaciones, dice Carolina, el agresor entra a las 01:24 aproximadamente y sale a las dos y algo de la mañana. “Aproximadamente estuvo en mi casa 50 minutos”.

En medio del shock que tenía, Carolina hizo un esfuerzo y pudo poner la denuncia. “Porque yo recién estaba entendiendo lo que había pasado. Yo no me reconozco ni saliendo del taxi. No sé cómo llegué a mi casa. No recuerdo”.

En el parte de la Policía suponen que la drogaron. “Tienen que hacer las investigaciones pertinentes. Me tomaron exámenes de sangre, orina. Me tomaron fotos de los moretones. En realidad, yo no sabía que estaba más marcada; yo pensé que solo era mi brazo, pero tenía moretones en las ingles, en la espalda... Esto ha sido una pesadilla, no tienes idea. Yo trato de concretar todo (lo sucedido), pero no he podido, en realidad. Ahora tengo miedo de escuchar llaves, tengo miedo a salir, no puedo ir en un taxi. Ayer traté de ir en un taxi y entre en shock...”.

En este difícil momento, un familiar está acompañando a Carolina. “Ahora estoy con mi hermana, pero yo pienso mudarme lo más pronto posible, en realidad. Tengo miedo”.

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Se presume que hubo agresión sexual, detalla. “No sé si el tipo me tocó o no me tocó, pero sí había secreción en mi vestido, y se quedaron con parte para realizar otros exámenes (para las investigaciones). Fui donde una ginecóloga y ella me dijo que a lo mejor me dieron una droga relajante que suelen dar...”.

De momento, Carolina está esperando los resultados de las investigaciones. En la denuncia dice “violación consumada”. “Yo no entiendo por qué dice ‘violación consumada’ (...). En realidad, esto es muy difícil para mí. Yo no sabía adónde dirigirme, qué hacer. A mí me han ido guiando. Hice la denuncia, estoy con exámenes, estoy con tratamiento. Precisamente para esto eran (los exámenes), para descartar enfermedades de transmisión sexual”.

Carolina pide justicia y que su caso, como el de muchos, no quede impune. “Creo que no es justo que este tipo se quede libre. Pienso que es un pervertido, porque ¡cómo se lleva hasta mis interiores!”.