Un grupo de voluntarios se organiza en Shanghái para salvar a las mascotas encerradas cuyos dueños han sido aislados en centros de cuarentena por el covid-19, en el marco de la política china de cero tolerancia ante el virus.

Cuando su prueba de covid-19 dio positivo, Sarah Wang, de 28 años, dijo que su primera preocupación era quién iba a cuidar a su gato.

La política “cero covid” de China implica que si uno contrae el virus, es enviado a centros de cuarentena, a veces durante semanas, dejando a sus mascotas a merced de las autoridades locales.

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Aparte de los temores de que los animales no sean alimentados o sean abandonados, un vídeo en el que se ve a un trabajador sanitario de Shanghái apaleando a un perro hasta matarlo provocó un gran revuelo entre los residentes.

Las imágenes crearon “puro pánico”, dijo Erin Leigh, de 33 años, la principal organizadora de un servicio de rescate de emergencia creado para ayudar a estas mascotas.

Los videos de los brutales sacrificios de mascotas en Shanghái que indignan a la población

Tras el vídeo, recibió una avalancha de peticiones de propietarios “desesperados por salvar a sus animales”. Su empresa de cuidado de mascotas se transformó en una red con miles de voluntarios no remunerados.

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“Para algunas mascotas en la ciudad, es una cuestión de vida o muerte”, explica Leigh. Su equipo ha ayudado a cientos de gatos y perros, pero también a pájaros, peces y serpientes.

El grupo incluso encontró un hogar temporal al felino de Wang al otro lado de la ciudad. La trabajadora financiera, aliviada, dijo a la AFP que su gato “no habría sobrevivido la desinfección” de su departamento.

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En China, la urgencia de los gobiernos locales por acabar con todos los casos de covid ha hecho que el bienestar de los animales pase a un segundo plano.

En enero, Hong Kong sacrificó a unos 2.000 hámsteres después de que uno de ellos diera positivo al covid-19 y el año pasado, trabajadores sanitarios mataron al menos a tres gatos y un perro.

“Se necesita ayuda”

La tenencia de mascotas se ha disparado en los últimos años en China, sobre todo en centros cosmopolitas como Shanghái.

Esta ciudad financiera, con 25 millones de habitantes, estuvo en el centro del peor brote de covid-19 en China desde el pico de la primera ola del virus en Wuhan hace más de dos años. Desde marzo, las autoridades impusieron una serie de restricciones muy criticadas por los pobladores.

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Pero mientras se endurecían los confinamientos y aumentaba el número de personas que tenían que acudir a centros de aislamiento, Leigh y su equipo se movilizaban en las redes.

Imagen de un hospital temporal para personas con covid-positivo en Shanghái, China, el 18 de abril de 2022. Foto: EFE

Una parte del grupo trabaja día y noche para registrar a los animales que están en peligro, clasificarlos por su ubicación y anotar los que necesitan comida de manera más urgente, así como un refugio u otros cuidados.

A continuación, la red comparte las necesidades en las redes sociales, con cartelitos en los que se lee tanto en chino como en inglés: “se necesita ayuda”.

Una vez que se encuentra a alguien que pueda hacerse cargo del animal, el desafío es llevarlo hasta allá. Las restricciones impiden a veces circular fácilmente y los voluntarios han tenido que viajar horas para llegar a su destino.

Un ejemplo memorable fue cuando los voluntario se unieron para llevar comida a una tienda de mascotas cerrada que albergaba a unos 50 huskies hambrientos.

Otro fue cuando un grupo de voluntarios necesitó una hora y media para trasladar a un perro desde el apartamento de su dueño a otro bloque situado a sólo 600 metros, según Leigh.

Según los voluntarios, algunos guardias de seguridad suelen ponerse nerviosos a la hora de transportar cajas desinfectadas con animales dentro y fuera de los complejos de viviendas, un paso clave en el proceso, ya que la mayoría de los residentes en régimen de aislamiento no pueden salir de sus apartamentos.

“La unión hace la fuerza. Si seguimos trabajando juntos, incluso las emergencias... pueden resolverse en un par de horas”, concluye Ocean Zhang, una de las voluntarias. (I)