Millones de estadounidenses acudirán este martes, 5 de noviembre de 2024, a las urnas para elegir a su próximo presidente, entre el candidato republicano, Donald Trump, y la demócrata, Kamala Harris.
Las elecciones en Estados Unidos se celebran el primer martes después del primer lunes de noviembre, una tradición que data de 1845. Esta fecha fue establecida por el Congreso para lograr un equilibrio entre la logística electoral y las necesidades económicas y sociales de la época.
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En el siglo XIX, la mayoría de los estadounidenses vivían en áreas rurales y dependían del transporte en carreta, lo que significaba que viajar a las urnas podía llevar varios días. Al establecer las elecciones un martes, se les daba a los votantes lunes para viajar al lugar de votación, sin interferir con el día de descanso religioso (el domingo) y evitando que coincidiera con el fin de semana, que era un momento popular para el mercado agrícola.
El “primer martes después del primer lunes” garantiza que las elecciones no caigan el 1 de noviembre (el Día de Todos los Santos) ni el último día del mes de octubre, por lo que siempre ocurre entre el 2 y el 8 de noviembre.
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El proceso para elegir al presidente de Estados Unidos es complejo y tiene varias etapas. Aunque la ciudadanía vota directamente por su preferencia en las urnas, la elección final es decidida indirectamente a través del Colegio Electoral.
Este Colegio Electoral está compuesto por 538 electores en total, quienes son seleccionados por los votantes de cada estado en las elecciones presidenciales. Cada estado tiene un número de electores basado en su representación en el Congreso de Estados Unidos: el número total de senadores (2 por cada estado) y representantes (basado en la población) que tiene ese estado.
La meta es obtener al menos 270 votos electorales (de los 538 posibles) para ganar la presidencia. Si un candidato no logra esa mayoría, la elección de presidente se decide por la Cámara de Representantes. (I)