Actos con todos los honores fue la despedida que le preparó Haití al asesinado presidente Jovenel Moïse este viernes, en una ceremonia funeraria bajo fuertes medidas de seguridad en un país aquejado por la violencia y la pobreza.

Los actos solemnes se desarrollaban con normalidad en la ciudad de Cabo Haitiano, en el Departamento del Norte de Haití. Moïse, asesinado el 7 de julio a sus 53 años por un comando armado en su domicilio de la capital, Puerto Príncipe, era originario de la región vecina a la de su lugar de entierro, también en el norte.

El ataúd, cubierto por la bandera nacional y la banda presidencial, estaba expuesto en una explanada adornada de flores. Los restos eran custodiados por soldados de las Fuerzas Armadas de Haití.

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La viuda del presidente, Martine, quien resultó gravemente herida en el ataque nocturno, estaba presente en Cabo Haitiano, con el brazo en cabestrillo tras ser atendida en un hospital en Florida, Estados Unidos.

Con el rostro cubierto por una mascarilla con una foto de su marido, la viuda se inclinó sobre el ataúd.

Ella recordó a su marido, su fructífera carrera empresarial antes de entrar a la política, y deploró su fin trágico, “salvajemente asesinado”, “abandonado y traicionado”.

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“¿Qué crimen cometiste para merecer tal castigo?”, se preguntó. “Él conocía bien los vicios de este sistema podrido e injusto”, afirmó también. “Ese sistema que pocos antes que él quisieron atacar”.

“Se encontró, de la noche a la mañana, con todo ese sistema en bloque, en su cara”, siguió, asegurando que no desea “venganza ni violencia”.

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Sus elogios contrastan con la fuerte desconfianza que suscitaba Moïse en buena parte de la población antes de su muerte. Pues muchos le señalaban de inacción ante la crisis y de un proceder autoritario.

Moïse había gobernado Haití, el país más pobre de las Américas, por decreto después de que las elecciones legislativas previstas para 2018 se demorasen tras múltiples disputas.

Hasta ahora, el asesinato ha sumido al país aún más en la incertidumbre y ha hecho resurgir tensiones históricas.

Más de 20 personas -la mayoría colombianas- fueron arrestadas por su implicación en el complot, que según la policía fue organizado por haitianos con ambiciones políticas y vínculos fuera del país.

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Presente en Cabo Haitiano, el director general de la policía nacional, Léon Charles, fue abucheado el jueves cuando supervisaba el operativo de seguridad de los funerales.

Los haitianos le reprochan que no haya sido capaz de proteger al presidente Moïse, cuya muerte reavivó las tensiones históricas entre el norte de Haití y el oeste, donde está la capital, Puerto Príncipe.

Esos problemas se derivan en parte de divisiones raciales históricas que se remontan al colonialismo francés entre los negros del norte que son descendientes de esclavos y los haitianos de piel más clara que viven en el sur y el oeste.

Algunos residentes incluso levantaron barricadas en las carreteras que conducen a Cabo Haitiano para evitar que la gente de Puerto Príncipe asistiera al funeral.

Ariel Henry, el nuevo primer ministro, quien asumió el cargo el martes, ha prometido llevar ante la justicia a los responsables del asesinato de Moïse, así como restablecer el orden para organizar las elecciones exigidas por la población y la comunidad internacional.

Haití actualmente no tiene un Parlamento en funcionamiento y cuenta solo con un puñado de senadores electos. El gobierno interino no tiene presidente.

Delegaciones internacionales

Representantes de delegaciones extranjeras, del cuerpo diplomático y miembros del gobierno se turnaron para ofrecerle el pésame, en un funeral abierto que podía ser visto desde grandes pantallas desplegadas alrededor.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, envió una delegación de alto nivel al funeral, incluida su embajadora ante las Naciones Unidas, Linda Thomas-Greenfield, y su nuevo enviado especial para Haití, Daniel Foote.

Además Washington apoya a la nueva administración del país con el objetivo de que convoque a las esperadas elecciones a finales de este año. (I)