Astrónomos descubrieron que la gigante roja π¹ Gruis, ubicada a unos 530 años luz de la Tierra, tiene una estrella compañera que orbita sorprendentemente cerca.

El hallazgo, publicado en la revista Nature Astronomy, podría ofrecer pistas clave sobre lo que ocurrirá con el Sol y con los planetas del sistema solar cuando, dentro de unos cinco mil millones de años, nuestra estrella atraviese su propia fase de gigante roja.

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El equipo señala que π¹ Gruis posee una masa similar a la del Sol, pero hoy se encuentra en la etapa conocida como rama asintótica gigante, lo que la ha llevado a expandirse hasta alcanzar entre 350 y 400 veces el tamaño solar y a brillar miles de veces más intensamente. Ese resplandor ha dificultado durante décadas la detección de posibles compañeras estelares, un problema común entre las estrellas AGB.

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Para enfrentar ese desafío, un grupo internacional de investigadores recurrió al Atacama Large Millimeter submillimeter Array, ALMA, el conjunto de 66 antenas ubicado en el norte de Chile.

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Según explicó el líder del estudio, Yoshiya Mori, de la Universidad de Monash en Australia, la masa de la gigante roja pudo refinarse combinando su luminosidad y sus pulsaciones con modelos de evolución estelar.

Mori añadió que la presencia de una compañera tan cercana podría generar todavía más complejidad en procesos que ya de por sí son difíciles de estudiar.

Los astrónomos recuerdan que las estrellas se transforman en gigantes rojas cuando agotan el hidrógeno en sus núcleos y dejan de fusionarlo. El núcleo colapsa y las capas externas se expanden a escalas inmensas, mientras la estrella experimenta pulsaciones y expulsa enormes cantidades de material.

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Al final de esta evolución surge una enana blanca rodeada por una nebulosa planetaria. La proximidad de una compañera, sin embargo, puede alterar ese proceso mediante interacciones gravitacionales que incluso permiten el robo de masa.

El equipo comparó los datos de ALMA con modelos desarrollados en la Universidad de Monash y con investigaciones previas. A partir de ese análisis detectaron la presencia inequívoca de una compañera orbitando a π¹ Gruis y concluyeron que su órbita es casi perfectamente circular, en contraste con las trayectorias elípticas que sugerían los modelos teóricos.

Esta circularidad indica que la órbita evolucionó más rápido de lo previsto y apunta a la necesidad de revisar cómo interactúan las gigantes rojas con sus compañeras durante las últimas etapas de su vida.

El coautor Mats Esseldeurs, de la Universidad KU Leuven en Bélgica, señaló que comprender la dinámica de estos sistemas es fundamental para anticipar qué podría ocurrir con los planetas que orbitan el Sol cuando entre en su fase de gigante roja y cómo una compañera cercana puede influir en esa transformación. (I)