El 18,5 % de la población del Ecuador que tiene entre 15 y 24 años ni trabaja ni estudia, según las últimas cifras de la Organización Internacional del Trabajo correspondientes al 2021.

Son 585.955 jóvenes, según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), que están en esas condiciones, por lo que son considerados como parte de la población denominada nini por los organismos internacionales.

Alejandro Ruiz tiene 22 años de edad y vive en el sur de Guayaquil. Tras graduarse de bachiller contable en el 2018 ha tenido varios empleos. El último fue como dependiente en un supermercado, del que salió en octubre pasado debido a que no le dieron el tiempo para estudiar.

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“Pedí permiso unas horas para prepararme porque eran los exámenes, les dije que me cambien el horario o de local, pero no accedieron. Luego me encerraron en un cuarto con abogados, me dijeron que me faltaba $ 68 en mi caja, lo que me descontaron, y que si no quería que me saquen con visto bueno, tenía que firmar la renuncia. Me hicieron escribir lo que me dictaban y firmé”, asegura.

Así renunció tras trabajar año y medio. Desde entonces no encuentra empleo, aunque sí siguió sus estudios en la carrera de Economía tras obtener un cupo en la Universidad Estatal de Milagro en la modalidad en línea, pero finalmente se retiró en enero pasado.

“No mentiré, a lo que salí de ese trabajo me bajoneé. Sentía que se me venía todo encima y que no iba a lograr nada. Luego veía que no aprendía nada en la universidad, que era una pérdida de tiempo. No es lo mismo estar presencial que estudiar de forma virtual. Éramos 500 alumnos en la clase por Zoom de Introducción a la Economía, en vivo solo podían estar 300 que es la capacidad máxima, una hora semanal por materia. Los 200 que no entraban veían la clase grabada, no era factible seguir estudiando así”, afirma.

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Desde entonces no estudia ni trabaja. Pasa en casa con su hermana menor que recibe clases virtuales de su escuela. Dice que hace quehaceres domésticos, mientras sus padres están en sus empleos.

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Esta semana entregó 18 hojas de vida directamente. “Cuando se envía por internet uno no sabe si es que realmente receptan”.

El problema, indica, es que casi nunca llaman. “No nos dan trabajo fácilmente, soy un amo de casa, por decirlo así, cocino, plancho, arreglo, hago todo lo que hace una persona encargada de la casa, necesito mantenerme ocupado”, señala.

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Alejandro prefiere leer y escribir en casa en sus tiempos libres, aparte de buscar trabajo. “Uno se da cuenta de que un empleo es importante. Un amigo retornó al país y me invitó a salir, eso suscita gastos, también cuando tienes una novia y la tienes que invitar”, menciona.

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Uno de los gastos que ya no puede solventar es pagar la cuota de la laptop que sacó a crédito para seguir sus estudios superiores. “Ahora mi madre me ayuda con el pago, lo que no debe ser así”, comenta.

El joven es optimista pese a todo. “Habrá más oportunidades, no hay que desanimarse, si sigo con las mismas condiciones mentales de aquella época (de cuando salió del trabajo y dejó de estudiar), nunca me voy a superar. Quiero retomar mis estudios y seguiré buscando empleo”.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef por sus siglas en inglés) reporta a este Diario que el porcentaje de población nini del Ecuador subió tras la pandemia a los niveles que había en 2015 y 2016.

Contrario a Alejandro, Nalleli no ha trabajado desde que se graduó de bachiller en 2019. Tampoco ha logrado un cupo en la educación superior pública para estudiar Psicología Clínica en la Universidad de Guayaquil, cuenta la joven de 20 años de edad, quien también es amante de la lectura.

Sí lo obtuvo, antes de la pandemia, en la Universidad Estatal de Milagro, pero al igual que Alejandro, era en la modalidad en línea y se retiró. “Es una carrera que requiere de práctica, es necesario estar presencial, por lo que me salí, solo estuve en el pre. Creo que se aprende menos y te distraes con cada notificación (de las redes sociales) que llega al teléfono”, afirma.

Desde entonces esperó dos procesos de asignación de cupos, que es la sanción por aceptar uno y retirarse, para volver a postular. “Cuando volví a participar me dijeron que no podía postular hasta el próximo periodo, que no cumplía un requisito, fueron simplemente excusas, así sigo. Recién ahora en el último proceso me dijeron que era porque no había cerrado el cupo virtual que me dieron en Milagro”.

Ya son casi tres años que Nalleli no trabaja de forma fija ni estudia. “Ayudo a mi mamá en la casa en lo que más puedo. La mamá de mi mejor amiga tiene una panadería y a veces me llama para ayudarle el día y algo gano, pero no es siempre (ha ido dos veces desde febrero último). También cuido a mi abuelito paterno ahora que está enfermo, ya que mi papá es el que trabaja”, indica la joven que vive en Los Vergeles, en el norte de Guayaquil.

Ella seguirá con sus intentos de reingresar a la educación superior pública, pero ahora quiere estudiar Pedagogía o una licenciatura en Ciencias Sociales o en Literatura y Lenguaje.

“Es desesperante pasar en casa por el hecho de no hacer ni ayudar en nada. Mis padres quieren que trabaje para ayudarlos”, dice Nalleli, quien dedica una hora al día a buscar empleo en línea.

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Ha postulado en ocho empresas entre grandes y pequeñas desde febrero pasado, pero solo de una recibió una respuesta, sin que se concrete nada hasta ahora.

“Hay mucha frustración en los de mi generación porque estás sin hacer nada todo el día. Sientes desesperación porque no consigues nada y tristeza porque te sientes inservible. También voy retrasada en la vida, ya que veo a mis compañeros, de mi círculo, que sí estudian o trabajan”, cuenta.

El 37,7 % de los desempleados tiene entre 15 y 24 años

Un poco más de la tercera parte de los desempleados del Ecuador tiene entre 15 y 24 años, es decir, suman 172.882 de los 458.573 que no tenían trabajo en enero pasado, la última cifra oficial disponible publicada por el INEC.

La tasa de desempleo es del 5,4 % (promedio nacional), pero la de la población joven (entre las personas que tienen de 15 a 24 años) es del 10,7 %, superior al doble.

Estos datos se calculan en función de la Población Económicamente Activa, es decir, los que tienen trabajo o ejercen presión en el mercado laboral buscando empleo porque no lo tienen. De los totales se excluye a los jóvenes que no buscan trabajo pese a que no lo tienen, los que van a la Población Económicamente Inactiva.

María Cristina Crespo, coordinadora de Psicología de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), afirma que una de las características de la población nini es que nunca han tenido una oportunidad laboral que sea fija porque en algunos casos ni han terminado sus estudios de bachillerato, menos la educación superior.

“En 2018 hicimos en la USFQ un proyecto de vinculación con un grupo de jóvenes, la mayoría de ellos estaban dentro de la categoría nini (no estudiaban ni trabajaban) y además eran migrantes. Queríamos saber si esto tenía impacto en dos medidas, la salud mental y el desarrollo cognitivo”, indica Crespo.

Hay evidencia de que estar empleado o educándose genera una salud mental positiva. “Cuando una persona está estudiando o trabajando, así sea en algo sencillo, esto obliga a aprender nuevas habilidades, establecer metas, tener una rutina y un grupo de colegas, todo ello genera habilidades cognitivas, como memoria a corto plazo, resolución de problemas, tu inteligencia sigue desarrollándose. El cerebro es como un músculo y funciona así, lo que no se practica se va perdiendo. Si no hay resolución de conflictos de problemas abstractos que se hace en el colegio, esa habilidad se empieza a perder y cuesta más desarrollarla si estás en un trabajo que lo requiere”.

A ello se suma que esta población está en un limbo en el que se depende de otros para sostenerse. “No tienes compañeros de trabajo ni de estudio, esto genera un riesgo de exclusión mayor ya que no te contratan si al menos no tienes un bachillerato, no tienes una empresa que dé una referencia de ti y se va agrandando la exclusión. Además, provoca mucho estrés, problemas de conducta o incluso está el riesgo de dedicarse a actividades no adecuadas. Hay una posibilidad más alta en estos jóvenes de involucrarse en negocios ilícitos como la venta de drogas”, afirma Crespo.

La pandemia incrementó la cantidad de jóvenes que están sin trabajar y estudiar a nivel mundial. La mayor parte de las personas nini son mujeres en Ecuador y en el mundo.

Cuatro de cada cinco personas nini son mujeres en el país y en la región de América Latina, tienden a venir de entornos rurales y pertenecen al quintil más pobre de la sociedad.

El 10,6 % de los jóvenes que tienen entre 15 y 24 años no estudia ni trabaja en Ecuador, mientras que el 27,2 % de la población femenina que está en ese intervalo de edad cumple la condición y es nini.

Unicef recalca que las personas nini corren el riesgo de replicar el círculo de pobreza y de desigualdad social

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef por sus siglas en inglés) informa a este Diario que la población nini “contribuye a la transmisión intergeneracional de la desigualdad”. Y que “el mayor porcentaje de adolescentes y jóvenes que no estudian ni trabajan proviene de hogares en situación de pobreza o vulnerabilidad”.

Este “desequilibrio junto con el efecto negativo de largo plazo que esta población tendrá en su desempeño en el mercado laboral”, agrega la Unicef, “tiende a perpetuar la pobreza y la disparidad de género de una generación a la siguiente, obstruyendo la movilidad social y el crecimiento económico del país”.

Entre las principales causas para no estudiar ni trabajar en los jóvenes están las barreras a la motivación interna, es decir, “falta de aspiración o predisposición para volver a los estudios o al trabajo”, indica Unicef.

“En este perfil se encuentran principalmente las mujeres casadas y con hijos pequeños, viviendo bajo normas sociales que refuerzan su papel de cuidadoras y restringen sus oportunidades económicas. En este sentido, si se perpetua este comportamiento, seguiremos teniendo una enorme brecha de acceso al mercado laboral por parte de las mujeres”.

El organismo indica que para aprovechar el potencial de tener mayor población joven con respecto a los países europeos es clave “generar más oportunidades de formación y vinculación con el mercado laboral. De lo contrario, una creciente población sin estudio ni trabajo podría convertirse en un importante desafío. La exclusión del sistema educativo y de fuentes de trabajo puede ser un factor de riesgo para el incremento de la delincuencia y la violencia, lo que aumenta los riesgos para los jóvenes y la sociedad en su conjunto”.

Hay opciones para garantizar que la población nini salga de esa condición

“Mantener a niños, niñas, adolescentes y jóvenes en el sistema educativo” es una de las opciones que plantea la Unicef a este Diario como una manera de enfrentar la problemática de la población joven que no estudia ni trabaja.

“Para ello se requiere eliminar barreras en el acceso a la educación (económicas, como los costos asociados a útiles escolares, uniformes, transporte u otros como la distancia de la escuela), así como la incertidumbre y la falta de información sobre los beneficios de la educación”, reportó la entidad vía email.

El mejoramiento de la calidad de la educación es otra de las alternativas. “En particular para los jóvenes en riesgo y modificar la oferta educativa con un mayor número de opciones para que se adapten de mejor manera a sus expectativas y necesidades”.

A pesar de promover que los jóvenes se mantengan en el sistema educativo, siempre habrá los que abandonen los estudios. Ante ello, indica el organismo, hay que “aplicar políticas para insertar a los nini en el mundo laboral”.

Para este grupo de jóvenes, plantea la Unicef, es importante la “capacitación” para que integren el sector formal de empleo con habilidades técnicas y transferibles. Al igual que el “apoyo al emprendimiento, no todos los jóvenes podrán acceder a un empleo formal y pensar en asistencia y líneas de crédito dirigidas a esta población”.

A estas opciones se suman la instalación de servicios de colocación de empleo dirigido a este grupo y establecer “incentivos tributarios para promover un primer empleo formal de los jóvenes”. (I)