Tulcán
Una explosión en el interior de una bocamina sorprendió a dos mineros de una empresa que tiene concesión en El Chical, a 100 km de Tulcán. El hecho ocurrió este miércoles, 6 de noviembre.
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José Aguilar Matamoros, oriundo de la provincia de El Oro, se llevó la peor parte a causa de la detonación.
Según información oficial, Aguilar era el encargado de instalar las cargas explosivas y se presume que una equivocada manipulación de los explosivos produjo el estallido, que dejó malheridos a los dos trabajadores de la minera.
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Sus compañeros contaron que escucharon un estruendo y se percataron de que era una explosión, la cual alcanzó a las dos personas. Aguilar fue trasladado hacia el centro de salud de El Chical, donde diez minutos más tarde falleció.
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Mientras que el otro afectado con graves heridas fue movilizado hacia una casa de salud de Tulcán, donde se encuentra con pronóstico reservado, de acuerdo con información de la subzona de la Policía de Carchi, que brindó asistencia a los afectados.
Hugo Arroyo, comandante de la subzona de la Policía de Carchi, explicó que el obrero muerto era el encargado de armar los explosivos y presumen los investigadores que no alcanzó a salir a tiempo del túnel, la explosión le habría provocado heridas múltiples en el cráneo y en varias partes del cuerpo.
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Sobre la persona herida se conoce que su estado de salud es grave.
Trascendió que personal militar encargado del control y la verificación del almacenamiento de explosivos estuvo en el lugar constatando el cumplimiento de los requisitos exigidos por la ley para evidenciar que contaban con las licencias y medidas requeridas para este tipo de actividades.
Una de las hipótesis que manejan los militares es que las víctimas de este suceso no tenían la experiencia suficiente para desarrollar estas maniobras, que son peligrosas y que deben ser realizadas por personal con amplio conocimiento.
Marcelo Andrade, coordinador del Control de Armas de la Brigada Andes en Carchi, comentó que las personas que se dedican a estas labores deben contar con la capacitación y preparación correspondientes, certificadas por determinadas universidades.
“Los protocolos no son seguidos correctamente y son desarrollados de forma artesanal, sin precautelar los espacios tanto de la naturaleza como de las personas que viven en esos sectores, poniendo en riesgo a estos entornos”, añadió Andrade. (I)