En Quito, 700 ciudadanos han alcanzado o superado los 100 años de vida, según datos del Registro Civil. Estas cifras destacan la longevidad de quienes nacieron en la capital ecuatoriana, en un contexto donde las historias de vida son un testimonio de la historia de la ciudad misma.

Una de estas pertenece a Laura Beatriz Molineros Sáenz, conocida cariñosamente como Bachita, quien a sus 105 años sigue sorprendiendo con su lucidez, elegancia y melodiosa voz.

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Bachita nació en Quito y ha pasado toda su vida en la ciudad. Su infancia y juventud transcurrieron en un Quito menos urbanizado pero lleno de tradiciones y costumbres. Recuerda con especial cariño las fiestas de Quito, celebraciones que vivía en familia con paseos y actividades que marcaron su memoria.

“Compramos un pedacito de terreno en la Alameda porque me gustaba mucho esa zona”, relata. “Quizás ahí termine mi vida”.

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Bachita destaca no solo por su longevidad, sino también por su firme voz y su intensa mirada, que esconden el paso de los años, pero conservan la experiencia de estos.

Su hijo, Patricio Montes Molineros, de 75 años, describe la dicha de tenerla aún como una bendición. “Es hermoso tenerla con vida, es un ícono en la familia”, comenta.

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La historia de Bachita es también una historia de música. A sus 105 años, su voz aún entona canciones con emoción. Una de sus interpretaciones más recordadas es Amor grande y lejano, un tema que canta con gran sentimiento.

Bachita reside en Canitas Felices, un centro de cuidado de adultos mayores ubicado en el norte de Quito. Allí es conocida por su alegría y carisma. Giovanna Guachán, administradora del centro, asegura que es un privilegio cuidar de ella.

“La señora Bachita es muy alegre, feliz y contenta. Es un placer cuidarla. Recibe atención en temas de alimentación, medicación y servicios de enfermería”, explica Guachán.

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En Canitas Felices, las fiestas de Quito son una fecha especial. “Hacemos un programa dentro de la institución, damos una vuelta al centro histórico, almorzamos afuera y elegimos a la Quiteña Bonita y al Chulla Quiteño”, detalla.

Estas actividades no solo fortalecen el espíritu festivo por los 490 años de fundación de San Francisco de Quito, sino que brindan momentos de alegría a los residentes, quienes se sienten conectados con la tradición quiteña.

QUITO.- Laura Beatriz Molineros Sáenz, mujer quiteña de 105 años, forma parte de los 700 ciudadanos de Quito que superaron los 100 años y siguen vivos. Foto: Alfredo Cárdenas.

El Registro Civil tiene un papel fundamental en atender a los adultos mayores, especialmente aquellos que, como Bachita, superan los 100 años. A través de brigadas de cedulación, la institución facilita el acceso a documentos de identidad para personas con movilidad limitada o condiciones especiales.

Este servicio gratuito permite a los adultos mayores mantener su documentación al día sin enfrentar complicaciones logísticas.

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En estas brigadas, los funcionarios no solo ayudan a los ciudadanos, sino que también descubren historias fascinantes como la de Bachita. Sus anécdotas y vivencias enriquecen el trabajo de quienes llevan estos servicios a cada rincón de Quito.

Bachita tiene seis hijos, aunque es la única en su familia que ha alcanzado esta avanzada edad. Su hijo Patricio, quien regresó de Estados Unidos tras varias décadas, expresa su gratitud por poder pasar los últimos años de vida junto con su madre. “Trabajé mucho en el extranjero, pero regresar y estar con ella es lo más hermoso que hay en la tierra”, confiesa.

Las fiestas, las historias y la unidad familiar han sido pilares en la vida de esta mujer centenaria. “Es un ejemplo para todos nosotros”, añade su hijo, resaltando el legado de su madre en la familia y su comunidad.

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La historia de Bachita no solo refleja la longevidad de un grupo de 700 quiteños, sino también la riqueza cultural y emocional que estas personas aportan a la sociedad. En una ciudad que cada año celebra su historia y tradiciones, Bachita se erige como un símbolo vivo de esas raíces.

A sus 105 años, su voz, su memoria y su espíritu siguen iluminando la vida de hijos, nietos, bisnietos y tataranietos. Su historia es un testimonio de amor por Quito y por la vida misma, una melodía que sigue resonando en los corazones de todos los que tienen el privilegio de conocerla. (I)