Rotman Cárdenas y Diego Cruz, dos artistas con diferentes miradas, proponen un encuentro entre sus obras: Festín de lo ausente / Rito y deformidad y Guaguas eternas en una exposición que evoca el Día de los Difuntos, en la sala Los Guandos del Museo Casa Kingman, en San Rafael, en el valle de los Chillos, en el oriente de Quito.
La exposición en conjunto se llama Permanencia del rito y busca reflexionar sobre la guagua de pan como símbolo de memoria, cuerpo y trascendencia, reinterpretando esta tradición andina desde dos miradas artísticas contemporáneas.
La muestra propone un diálogo entre lo ancestral y lo íntimo, entre lo bello y lo monstruoso, donde el gesto de modelar –ya sea pan, barro o cuerpo– se convierte en una forma de permanencia simbólica.
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En esta exposición, que es un encuentro entre Festín de lo ausente / Rito y deformidad y Guaguas eternas, se revela cómo un mismo tema puede ser habitado desde lenguajes distintos, pero unidos por la necesidad de recordar, transformar y permanecer.
Mi obra se denomina Festín de lo ausente / Rito y deformidad, y tiene que ver con el rito de las guaguas de pan, que se desarrolla desde tiempos precolombinos. Lo que hago es adaptar el tema del rito con el tema de la guagua de pan, pero lo mezclo un poco con el tema de lo grotesco. El mito se transforma, pero mi transformación no es solamente simbólica, sino una transformación visual, entonces, cada una de estas obras lo que refleja es cómo el mito de la guagua de pan se ha ido transformando a lo largo del tiempo, explica Rotman Cárdenas.
El nombre de mi obra es Guaguas eternas, comprende una serie de esculturas cerámicas donde hago una síntesis de forma, representando a la tradicional guagua de pan, solo que la reinterpreto y la hago un poco más minimalista, pero juegan mucho también los colores y la luz. La luz simboliza el alma, el espíritu de la persona que nunca se pierde, señala Diego Cruz.
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Es una serie que explora la relación entre el rito mortuorio y la descomposición corporal, prosigue Rotman Cárdenas. Inspirada en la tradición del Día de los Difuntos, transforma los elementos simbólicos del banquete –la colada morada y las guaguas de pan– en cuerpos que mutan, supuran y se corrompen. Lo sagrado se mezcla con lo grotesco, convirtiendo la ofrenda en un acto de contemplación más que de consumo. Las guaguas dejan de ser pan para volverse carne que se degrada y renace. La serie reinterpreta el rito desde la putrefacción y la memoria biológica, proponiendo un banquete donde el alma vuelve a encarnarse en la materia.
Esta serie de esculturas en cerámica reinterpreta la tradición del Día de los Difuntos, transformando las guaguas de pan en símbolos perdurables. A través de formas y colores únicos, cada pieza refleja la diversidad y la memoria colectiva. La cerámica da permanencia a lo efímero, preservando el espíritu y la esencia de esta celebración. Guaguas eternas invita a reflexionar sobre lo que trasciende la materia: la luz interior, el recuerdo y la vida que perdura en el alma, concluye Diego Cruz.


















