Los pitidos de los respiradores artificiales y los sonidos de las alarmas de los otros equipos suenan cada segundo, cada minuto, cada hora, todo el día y se mezclan con ese inhalar y exhalar, como si fuese el último suspiro, de los tubos conectados a las máquinas. En medio de eso, personal médico maniobra, vigila, se pone en alerta y hace de todo para salvar más vidas. Es el ambiente de una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de COVID-19, el área a la que llegan los pacientes más graves o complicados.

Pero no es la única la que tiene un ritmo ajetreado y distinto desde hace casi un año cuando empezó en Ecuador la pandemia del COVID-19. A raíz de aquello los pacientes no han parado de llegar ni de abarrotar, en distintos momentos, los espacios que también se ampliaron ante la demanda, como en el Hospital Naval de Guayaquil (Hosnag), donde se vivieron jornadas extenuantes entre marzo y junio. Y este mes ante el repunte abrieron una nueva zona, la segunda, solo para tratar a los enfermos de coronavirus, indican sus autoridades.

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Otra de las áreas con intenso trabajo en las casas de salud es la de Hospitalización COVID-19, donde el personal lucha para que sus pacientes no necesiten ir a UCI, más en estos tiempos donde estas unidades vuelven a estar al tope y hay listas de espera por una cama UCI. Y también está la Emergencia, donde atienden lo inmediato para salvar esa vida que llega, analizan y derivan, de ser el caso, a UCI o a piso como también le llaman a la hospitalización.

Familiares vuelven a vivir desesperación de hallar camas UCI en hospitales y clínicas en Guayaquil

En todas, el personal de salud batalla a diario con horas de sueño que aún no han sido recuperadas, con imágenes tristes y hasta traumáticas, con insomnios, con ansiedades, con cansancio mental y físico, con depresión, con trastornos alimentarios y más como consecuencias de las largas y pesadas jornadas que llevan desde marzo del 2020, dicen.

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Pero también guardan y se emocionan a diario con las vidas que salvan, aquello los reconforta y los anima a seguir pese al cansancio, cuentan médicos ecuatorianos que hoy celebran su día en medio de los desafíos que les exige la actual pandemia y de los escenarios y necesidades que afrontan.

Y aunque el desgaste es notorio en muchos porque llevan más de once meses luchando sin parar contra el COVID-19, comentan que aquello queda en segundo plano, porque su misión es velar por la salud y la vida de los pacientes, incluso cuando parte de la población no comprende todavía la importancia de cuidarse para evitar contagiarse del virus y enfermar al resto, como a los vulnerables que tienen más probabilidades de complicarse y de necesitar una cama UCI.

Médicos especialistas (o tratantes) como los intensivistas, médicos residentes, enfermeras, terapistas respiratorios, terapistas físicos, auxiliares y nutricionistas forman parte del equipo UCI en los hospitales que atienden COVID-19. En el área de Hospitalización COVID-19 están además internistas y otros médicos de especialidades, como cardiólogos, gastroenterólogos, cirujanos, anestesiólogos. Todos hacia el mismo fin: salvar la vida.

En Ecuador no existe un registro actual de cuántos intensivistas, internistas y otros especialistas hay ni cuántos de estos están en la primera línea del combate contra el virus.

La estadística disponible es la actualizada al 2018 por la Comisión de Salud del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), en la que se indica que para ese año en Ecuador había 39.908 médicos; 24.751 enfermeras; 17.350 auxiliares; 5.318 odontólogos; 2.296 obstetrices y 1.582 psicólogos. Ellos eran parte de los profesionales de la salud considerados en aquel registro.

Agotados, con estrés y con otras dolencias viven los médicos que ‘batallan’ a diario para que el COVID-19 no les quite a sus pacientes

Wilson Tenorio, presidente del Colegio de Médicos del Guayas, cuenta que desde que se eliminó (en el 2008) la obligatoriedad de afiliarse a los colegios o gremios profesionales se perdió el registro que llevaban incluso por ramas y que les permitía saber dónde estaban, quiénes ejercían.

Cuenta que en Guayas hay alrededor de 20.000 médicos. Y que con esta pandemia del COVID-19 la provincia también tiene el número más alto de profesionales que han fallecido en el país a consecuencia del virus, unos 200. Están también los cientos y hasta los miles que se han enfermado tratando el coronavirus.

Y no parece ser el fin. Cada mes, agrega, hay un promedio de entre 10 y 12 médicos que pierden la vida luego de haberse contagiado en el ‘campo de batalla’. Él ve con preocupación que el plan de vacunación en la fase inicial avanza lento, ‘con cuentagotas’.

El gremio médico se unió al Municipio y a los representantes de las clínicas privadas para pedirle al Gobierno que les permita traer libremente las vacunas contra el COVID-19 para inmunizar cuanto antes a la población y tratar de frenar en algo las mutaciones y la gravedad de la enfermedad, ya que se viene otro feriado y la segunda vuelta electoral, que aumentaría el riesgo de que el sistema de salud colapse.

El COVID-19 ataca más rápido en todo el país; en 2020 hubo un caso cada 2 minutos y en 2021, uno cada 1,43 minutos

Adicional, expone, hay angustia por la falta de anestésicos (vitales para intubar a pacientes, para operaciones y otros procedimientos) y de otros insumos para los pacientes que reportan los médicos.

Las muertes de doctores por COVID-19 también ha impactado a colegas que trabajaron junto a ellos salvando vidas y que después los vieron sucumbir ante la fuerza del virus.

Unos incluso han tenido que buscar ayuda psicológica para superar el ‘trauma’, afirman. Otros optan por pasar sus pocas horas libres haciendo deportes, caminando o paseando por un área abierta, cocinando y practicando actividades que los ayude a despejar sus mentes y a olvidar imágenes tristes que tienen grabadas.

También viven con el temor de contagiarse y de llevar el virus a sus hogares. (I)