Al mediodía de finales de marzo, Yinna Higuera cruza de prisa la calle José Tamayo, en Quito. Desde la cafetería y librería Tres Gatos, apenas se ve el balanceo de sus bucles pardos, agitados más por el movimiento de su caminar que por el escaso viento del momento.
Una vez adentro, apenas se sienta en una banca de madera con el espaldar forrado con cuero escarlata y descarga sus cosas, aparece la mesera con la carta. Yinna decide un capuchino que le sirven en una taza con una cara de gato bosquejada en la espuma. Yo, un café filtrado, que llegó sin rostro de gato. El aroma del café inundó la sala.
Yinna Higuera, nació en Bogotá, Colombia y desde hace once años vive en Puembo, al oriente de Quito, en Ecuador. Es fotógrafa documental y artista visual, además, es psicóloga, docente y gestora cultural especializada en la exploración de identidad, memoria, género y migración.
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Yinna ha ganado varios premios de fotografía. Su logro más reciente: finalista del concurso Sony World Photography Awards.
Sus ojos brillan cuando enseña una carpeta con sus fotos impresas sobre hojas de diferentes tamaños y formas, que se confunden con las flores amarillas, rojas, verdes y blancas, estampadas sobre el azul de su blusa. Mientras saca las fotos cuenta que pertenecen al proyecto Huellas, precisamente, el que logró posicionarse como finalista en el concurso de Sony.
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El Sony World Photography Awards, nació hace 18 años y se ha consolidado como uno de los concursos más prestigiosos en el ámbito fotográfico mundial. Aquí, tienen cabida tanto los fotógrafos y artistas consagrados, como los que recién empiezan. Además reconoce a los fotógrafos más influyentes del mundo a través de los premios Outstanding Contribution to Photography, por ejemplo: la fotógrafa Susan Meiselas es la ganadora de este premio en 2025, junto a una lista de nombres icónicos como: William Eggleston (2013), Mary Ellen Mark (2014), Martin Parr (2017), Graciela Iturbide (2021), Edward Burtynsky (2022) y Sebastião Salgado (2024).
Este concurso tiene cuatro modalidades: profesional, abierta, juvenil y estudiantil.
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Yinna participó en la modalidad profesional, donde se presentaron 500 mil fotógrafos y se seleccionaron treinta, distribuidos en diez categorías: La categoría Creatividad tuvo siete finalistas, incluida Yinna. Las categorías son: Arquitectura, Creatividad, Proyectos de documentación, Medioambiente, Paisaje, Perspectivas, Retrato, Deporte, Naturaleza muerta, Vida salvaje y naturaleza.
El 17 de abril, como parte del premio, Yinna, junto con los otros finalistas, viajó a Londres.
“Tuvimos dos eventos grandes, el primero, la cena de premiación con los finalistas de todo el mundo. Fue muy emocionante, pero mucho más emocionante fue al día siguiente cuando se abrió la exposición en el Somerset House, al ver las fotos tuyas en medio de tantos fotógrafos del mundo. En la noche Sony nos hizo una cena especial a los fotógrafos latinoamericanos, imprimió nuestras fotos y abrió un espacio de diálogo sobre la fotografía latinoamericana, sobre cómo nos ven y cómo nos vemos como fotógrafos. Fue un espacio muy interesante donde se habló cómo destacar el respeto de nuestro trabajo y, sobre todo, lo que hay que trabajar para estar en estos espacios estelares”, cuenta Yinna.
¿Pero qué es el proyecto Huellas? ¿Por qué logró destacarse y ser finalista en el concurso Sony World Photography Awards?
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Es un proyecto que se presentó, con acierto, en la categoría Creatividad, porque no comprende solo un grupo de fotografías, no; es mucho más que eso. Abarca la necesidad de crear y presentar algo más, algo que la mente de Yinna logró materializar conectando la esencia de la tierra, la magia de la naturaleza y la fortaleza de la fotografía. Por eso es un proyecto mágico, colmado de creatividad, de habilidad para retratar y de paciencia para revelar esperando la voluntad del sol.
—Yinna, este es un proyecto novedoso, ¿cómo logró imprimir sus fotografías en una hoja?
No es nuevo, es más bien más antiguo que la fotografía misma, es graciosísimo —dice mientras sonríe.
—¿Cómo llegó a su mente la idea de usar hojas naturales para reemplazar el papel?
En una charla decían que lo analógico ya no servía, que se desechaba y venía lo digital. Pero, luego se visualiza una oleada donde lo análogo vuelve y empieza a tomar fuerza, pero con más valor.
—¿En qué momento ocurrió?
A mí me llegó el deseo de revelar en hojas, en hacer otros métodos alternativos de revelado en la pandemia (Covid-19).
—¿Qué pasó en la pandemia?
Me quedé encerrada en mi casa como todo el mundo, tuve la visita de mi papá, porque era el cumpleaños de mi hija y se quedó encerrado con nosotros. El vivía en Colombia. Mi papá es fotógrafo analógico y le dije: ‘Papi, pues aprovechemos’. Le hice entrevistas. Le hice fotos. Empezamos a hacer los talleres en línea. Era tan chistoso, porque teníamos que armar el cuarto oscuro para revelado analógico y nos dimos mañas, cerramos el baño y volvimos a experimentar la sensación de revelar.
La expresión “nos dimos mañas” en Colombia se refiere al ingenio o astucia para solucionar un problema.
—¿De qué otra forma influyó la pandemia?
En la pandemia tenía bastantes responsabilidades, sobre todo, la alimentación de la casa, porque nadie más podía salir por comida, vivo en una zona rural de Puembo. Las señoras llegaban cargadas de muchas cosas para vender, como frutas frescas, legumbres... Ahí hice la primera fotografía y dije, voy a plasmar esta imagen en hojas, porque me pareció importante esa relación de las señoras y lo que estábamos consumiendo.
—¿En qué momento aparecen las hojas?
Un día me encontré con un taller de clorotipia —técnica alternativa de impresión de imágenes sobre hojas vegetales usando la luz solar— y, claro, a veces, la técnica no solamente tiene que ver con el discurso narrativo. Te conectas con lo que estás haciendo y sabes que eso es algo que te sirve a ti como persona y a mi me pasó esto con la clorotipia.
—¿Quién dio el taller de clorotipia?
Natalia Mantilla, fotógrafa colombiana, ella nos enseñó a revelar y después, claro, se puede usar esa técnica en lo que quieras contar. Yo quería contar historias sobre la relación de las mujeres con la tierra, es casi como cuando haces una celebración para alguien, como una dedicatoria, es hermoso. Además, es una serie que no termina, es como que vamos andando y vamos haciendo.
—¿Qué pasó en el taller?
Hicimos el taller como veinte personas, la profe explicaba el procedimiento y a los ocho días los otros alumnos mostraban sus trabajos, pero todos fallidos, y a mí me salió bien. Eso me motivó mucho y desde entonces, cuando llego a un lugar lo primero que hago es ver qué hojas hay, eso te conecta de una forma diferente con la naturaleza. Esto me motivó a ser parte de un colectivo de fotógrafas que tienen enfoque de género y empecé a trabajar con comunidades.
—¿Cómo conecta el trabajo en las comunidades con el proyecto Huellas?
Parte del proyecto de este colectivo es un intercambio de nuestro conocimiento de fotografía para ellas, para sus productos y al mismo tiempo llevamos a un grupo de chicas a la comunidad para que aprendan fotografía. En ese intercambio les hago retratos a las señoras que, además, es muy divertido, porque ellas no pueden creer que su foto que va a terminar en una hoja y no solamente me comparten su imagen, sino que me explican para qué son las hojas, en qué las usan. Tengo algunos proyectos que están alrededor de este tema y es muy interesante, porque es como que me ayudan a recordar ese conocimiento ancestral sobre la importancia de sanar no solamente el cuerpo, sino el espíritu con las plantas.
"¿Está todo bien?“, interrumpe la mesera con cordialidad.
“Sí, muchas gracias”, responde Yinna con una sonrisa.
El sitio está lleno de libros y dibujos de gatos por doquier. Los clientes se detienen en cada rincón para admirar los dibujos y leer los comentarios—sobre los gatos— de escritores como Julio Cortázar, Ernest Hemingway, Truman Capote y muchos más.
—¿Cuánto tiempo ha dedicado a imprimir retratos sobre hojas?
Cinco años. Me llevo las plantitas que ellas me regalan de su huerto, llego a casa y empiezo a revelar. En cinco años tengo veinte fotos, porque no es solo disparar y disparar, hay una serie de circunstancias al azar como la misma hoja, la humedad, la lluvia y el sol, que no te permiten controlar el resultado final. Después de pasar todas esas etapas, al fin nace la fotografía. Además, son imágenes perecederas, que se van con el tiempo, que van desapareciendo hasta que se pierden. Unas hojitas me duraron dos años, otras tres. Es un proceso de construcción de la imagen que lleva mucho tiempo, mucha dedicación, mucha disciplina y mucha paciencia.
—¿Hay algo que se pueda hacer para que duren más tiempo?
Las cuido como a bebés. Las digitalizo para guardarlas y después las comparto con las señoras.
—¿Podría explicar un poco sobre el proceso?
Claro. El primer paso es hacer el retrato —yo hago con cámara digital— luego lo paso a blanco y negro y lo imprimo en un acetato.
El segundo paso es el más bonito. Conseguir la hoja donde se va a plasmar la imagen. Generalmente, trato de que sean de los huertos de las señoras retratadas. Las hojas deben tener unas características especiales, tienen que ser muy verdes, frescas, no tener vellitos, deben ser planas, lisas. Mi mejor ejemplo es la espinaca, esa es la textura ideal. Las hojas de mango o aguacate son muy gruesas y duras, las de lulo tienen muchas vellosidades, no sirven, pero casi todas las que tienen que ver con el huerto sirven: espinaca, lechuga, todas las que son frescas y las que están en la calle y que no están expuestas al sol, incluso, las que llamamos maleza responden superlindo.
El tercer paso es preparar la hoja. Le limpias el polvo y la dejas secar, porque la humedad puede dañarla. Yo preparo en las noches para que el sol no les afecte. Coloco el acetato sobre la hoja, las dos cosas las pongo sobre un cartón y encima les pongo un vidrio, para que la imagen tenga mayor nitidez. A la mañana siguiente, después de las 07:00 —aquí en Ecuador, porque en cada país es diferente— cuando el rocío está menos húmedo las empiezo a revelar.
—¿Cuánto tiempo se requiere para poder ver la foto sobre la hoja?
Aquí empieza otra historia, no sabes cuánto tiempo necesitas. Hay hojas que se demoran dos días y otras se demoran dos semanas, depende del grosor. Lo vas aprendiendo con la práctica, porque vas viendo como cambia el color de la hoja y si te equivocas tienes que volver a empezar.
En época de verano tienes mucha luz, pero pocas hojas, porque está bastante seco todo y en la época de invierno, tienes muchas hojas y poco sol.
Cuando estaba en la pandemia, revelar era muy fácil, porque estaba todo el tiempo cerca de la hojita. Pero, claro, cuando empezamos a salir tenía que dejar la hoja y si llovía no había quien la entre. Después, mi familia, que es mi equipo, me ayudó muchísimo a revelar.
—Cuando finalmente están reveladas, ¿qué queda por hacer?
Las guardo entre los libros para que se conserven más tiempo, hasta que se borran. Es íntimo, es casi una relación con cada intento. Es lo lindo y lo difícil al mismo tiempo.
Yinna bebe el último trago de café y la cara de gato —efímera como las hojas— ya se ha desvanecido. (F)