Bastaron apenas unos minutos para dejar una huella imborrable en el alma de miles. El papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio, logró tocar el espíritu no solo de los católicos, sino también de personas de distintas creencias. Quienes tuvieron la dicha de verlo, aunque fuera por un instante, guardan ese recuerdo como una auténtica bendición.

El padre Felipe Ríos Carrera, director nacional de Schoenstatt, recuerda haber coincidido con él cuando el argentino era el arzobispo de Buenos Aires, sin imaginar que aquel hombre llegaría a convertirse en el líder de la Iglesia.

Entre risas recuerda que una vez soñó que Francisco sería papa e incluso un amigo le preguntó si sabía quién iba a ser el próximo pontífice. Él respondió que era imposible adivinar, pero que le encantaría que fuera el arzobispo de Buenos Aires. Cuando finalmente se anunció su elección y apareció el humo blanco, no podía creer que había acertado con la predicción, casi de suerte.

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El sacerdote lo vio por primera vez —aunque de lejos— en la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro. Durante el evento observó cómo conectaba con los jóvenes, cómo los desafiaba con ternura y firmeza a la vez.

Tiempo después, viajó a Roma con su comunidad en el marco de un concilio. Eran unos cuarenta representantes de todo el mundo. Antes del encuentro todos estaban nerviosos, intentando mantener una compostura impecable.

En la reunión, Francisco habló sobre el carisma, sobre la espiritualidad y luego llegó un momento clave. Querían ofrecerle algo, pero también deseaban escucharlo. Entonces él les pidió tres cosas, que aún guarda en el corazón: “Perdonen mucho y acojan a quienes llegan con sus dolores. Trabajen con las familias, ayúdenlas. Y recen por mí”.

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Salieron profundamente tocados por su espiritualidad y forma de ser. Al final del encuentro, el papa se acercó uno por uno. Cuando llegó a Felipe, lo miró a los ojos. Él le devolvió una mirada cálida, serena. Aunque no recuerda con claridad qué le dijo por la emoción, ese instante fue profundamente significativo. Estar frente a él era estar frente a alguien a quien ya admiraba, pero que ese día lo superó por completo.

En su luna de miel

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La forma de ser de Francisco llevó a Cristina Navas y a su esposo a viajar a Roma en agosto de 2019. Cristina, hoy con 33 años, guarda en su corazón uno de los momentos más especiales de su vida: el encuentro con el Santo Padre durante su luna de miel.

Poco después de casarse, emprendieron un viaje por Europa. Roma no solo era una parada turística, era el lugar donde esperaban vivir un instante inolvidable. “Busqué con tiempo una carta para poder estar en la audiencia. Quería que fuera en agosto, pero al parecer no había ninguna programada”, recuerda. Aun así, decidieron arriesgarse. Llegaron en los primeros días de ese mes y, sin perder la esperanza, se acercaron al Vaticano un martes, justo un día antes de la audiencia de los miércoles.

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Allí, hablaron con un guardia que les dijo: “En agosto no necesitan carta, solo deben venir temprano. Eso sí, la novia debe estar vestida de blanco y el novio con esmoquin.

Se levantaron temprano para llegar al Vaticano a las 07h30 de la mañana y encontraron una fila enorme. “Estábamos en el segundo bloque y al ver tanta gente nos desanimamos un poco… pero seguíamos con la mucha ilusión”, relató.

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Cuando comenzó la audiencia, Francisco ofreció una homilía, saludó a varios asistentes y luego se dirigió a bendecir a los recién casados. Cristina recuerda ese momento con el corazón en la mano. “Estaba muy atenta, esperaba que nos alcanzara a bendecir. Por un momento pensé que no iba a suceder, porque desapareció… pero volvió. Y por fin llegó nuestro turno”.

Durante toda la espera pensaba qué decirle. Pero al estar frente a él, no pudo articular palabra. “La emoción me dejó muda” Fue su esposo quien habló: —“Recién nos casamos, ¿nos puede firmar el acta de matrimonio?”.

Francisco, con su chispa característica, aceptó. Y mientras firmaba, bromeó: —“¡Claro que sí! Solo espero que no me hagan firmar también el acta de divorcio”. Cristina no olvida su calidez ni su sonrisa. “Me sorprendió la broma, pero no su forma de ser. Era tan auténtico… Me siento agradecida por haber vivido ese instante”. Para ella, fue una bendición extra que marcó el inicio de su matrimonio.

Respuesta a su carta

Al igual que Cristina Navas, Elena Parra vivió un momento único en 2023 cuando viajó con su esposo Carlos Salinas. Al enterarse de que había un día especial para la bendición matrimonial, escribieron al Vaticano y recibieron la respuesta con las entradas y detalles.

Ellos se sentaron junto a otros matrimonios, vestidos de novios, en el lado izquierdo del papa. Tras la bendición general, Francisco pasó individualmente por cada pareja. Elena, nerviosa, no sabía si tomar fotos, pero su esposo le aconsejó disfrutar todo el momento.

Cuando llegó su turno, Elena le dijo que estaba embarazada. El pontífice le pidió que se levantara y bendijo a su hijo con una paz que ella sintió al instante. Al escuchar el nombre que elegirían, Carlos Francisco, el Papa sonrió y les hizo un pulgar arriba, mostrando su aprobación. Ese instante fue tan especial para ellos y no podían de la emoción. (I)