Santa Ana, Manabí
Las mañanas de Lorenza Peñafiel van de la mano de atender los oficios del hogar y ayudar en lo que puede en la educación de sus cuatro hijos. Ahora tiene internet, pero es intermitente. Contrató el servicio para que sus hijos puedan estudiar este año, ya que en el 2020 no pudieron ni descargar las fichas pedagógicas por falta de conectividad.
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Peñafiel vive en la comunidad de Taina, en el cantón Santa Ana, Manabí, una zona rodeada de montañas y esteros, el mismo sitio donde en 1989 el cineasta Camilo Luzuriaga filmó la película La Tigra.
Esta mujer dijo que este año hizo lo que considera un sacrificio para quienes trabajan en labores agrícolas para así ayudarse en la alimentación, pues de los 50 dólares que cobra por el bono de desarrollo humano ella destina cada mes 35 dólares para pagar el servicio de internet, que se vuelve inestable cuando llueve. Todo, para que sus hijos puedan estudiar.
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A más de sus cuatro hijos, dos sobrinos también se apoyan en el internet de Peñafiel. Asegura que no todos sus vecinos pueden contar con ese servicio, por eso algunos alumnos de la zona no pueden estudiar, o deben caminar varios kilómetros para buscar algo de conectividad en otros lados.
“Esto (recibir tareas con fichas o por mensajes vía WhatsApp) es difícil, porque los niños no entienden, o mi hija mayor debe estar enseñándoles, ella les enseña. Cuando no tienen internet (se vuelve intermitente), se agrupan, desde las 07:00 hasta las 13:00, para terminar la tarea, o a veces todo el día cuando deben hacer dibujos y esas cosas”, reconoce Peñafiel.
En esta zona rural del cantón Santa Ana, como en otras del país, los niños también colaboran con las actividades del hogar y hasta ayudan a cuidar ganado, atraviesan esteros para ir a ver las siembras de sus padres (alejadas de sus casas), o simplemente, como hacen los hijos de María Menéndez, ayudan a desgranar las últimas mazorcas de maíz para venderlas y así también ayudar a pagar los 35 dólares mensuales de internet que utilizan para hacer menos dificultoso el aprendizaje.
Por ello, Menéndez dice que, pese a contar con tecnología, también intermitente, el aprendizaje es muy difícil.
“No, poco (han aprendido), porque la mayoría del trabajo prácticamente lo estamos haciendo nosotros como padres. De las fichas hay algunas cosas que no entendemos, igual tenemos que preguntarles a los maestros cómo podemos hacer la tarea para realizarla con los niños”, reconoce Menéndez.
Ella y Peñafiel cuentan que muchos niños y jóvenes no tienen internet y que por las tardes —tras ayudar a sus padres en actividades agrícolas— caminan largos tramos para buscar conexión e incluso sitios donde imprimir las tareas.
Manuel Moreira, profesor en la escuela Chimborazo, del sitio Las Piedras de la parroquia Ayacucho (cantón Santa Ana), sostiene que el proceso educativo se hace muy difícil para los alumnos que no poseen conectividad. Por eso, él acude al sitio para entregar tareas y ayudarles en el reforzamiento de lo que indican las fichas pedagógicas.
Jorge Intriago, presidente de la Unión Nacional de Educadores (UNE), en Manabí, cree que un 15% del total de estudiantes inscritos en el año lectivo 2020-2021 habría desertado en el presente año por diversas causas, principalmente por el problema de la conectividad.
De acuerdo a las estadísticas de la coordinación zonal 4 del Ministerio de Educación, en el periodo regular de matriculación en Manabí se habían registrado 393.877, aunque esa cifra podría incrementarse cuando se dé paso a la matriculación en periodo extraordinario.
En promedio, en Manabí en los últimos dos años estudiaron unos 410.000 alumnos que se inscribieron en esta provincia.
“No se han resuelto los problemas que la UNE ha venido reclamando desde el año pasado: los estudiantes no tienen la conectividad para recibir clases, no se ha hecho nada para resolver este problema”, declaró Intriago. (I)