Un reciente caso de violencia escolar, ocurrido entre dos estudiantes de un colegio en Quito, ha generado preocupación en la comunidad y a las autoridades del Ministerio de Educación.

El hecho quedó grabado y muestra cuando dos adolescentes protagonizaron una riña en la entrada del parque Itchimbía, en el centro de la capital.

Las riñas colegiales no son aisladas: ‘Hay que trabajar para cambiar ciertos patrones de comportamiento’

Esto lleva a la ciudadanía a preguntarse: ¿Qué lleva a un joven a reaccionar con tanta agresividad?

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Dos especialistas consultados por este Diario coinciden en que la raíz de estas conductas se encuentra, principalmente, en el entorno familiar.

Kevin Hernández, especialista en psicología clínica, explicó que el hogar es el primer espacio donde se forman los patrones de comportamiento. “La mecha y el detonante de estas conductas es el entorno familiar, en donde probablemente está normalizada la violencia. Lo que los chicos ven, lo replican”, aseguró Hernández.

A esto se suman otros factores, como el entorno social y el contenido que consumen en redes sociales, donde muchas veces se normaliza la violencia.

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Lisseth Mera, psicóloga educativa, coincidió en que el ambiente familiar influye de manera determinante. Para ella, es en casa donde se puede prevenir este tipo de situaciones.

“Es importante que dialoguemos con nuestros hijos todos los días, que nos interesemos por saber con quién se relacionan y qué tipo de contenido consumen en internet”, sostuvo la experta.

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Además, insistió en que, si se nota algún comportamiento extraño, los padres deben mostrar interés inmediato y buscar apoyo profesional si es necesario.

Ambos especialistas advirtieron que el entorno social también puede reforzar actitudes violentas. Hernández señaló que si un adolescente pertenece a un grupo de amigos que normaliza o celebra la violencia, lo más probable es que él también lo haga.

“Incluso puede llegar a incentivar ese tipo de conductas, como ocurrió en el caso de Quito, donde varios estudiantes grabaron la agresión sin intervenir”, indicó.

Este fenómeno, añadió, se conoce en psicología social como el “efecto espectador”, una situación en la que las personas no actúan esperando que otros lo hagan, lo que desemboca en una inacción colectiva.

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Luego de un episodio violento, Hernández recomendó que lo primero es una evaluación médica para descartar lesiones físicas, especialmente neurológicas si hubo golpes en la cabeza.

En el aspecto psicológico, advirtió que la víctima podría desarrollar estrés postraumático, ataques de pánico e incluso fobias al sistema educativo. Por eso considera fundamental que las instituciones educativas implementen evaluaciones psicológicas preventivas.

“Es importante detectar rasgos de agresión, depresión u otros comportamientos que puedan anticipar un episodio violento”, indicó Mera.

Desde su experiencia en el entorno escolar, la experta en psicología educativa cree que, tras un hecho de este tipo, es esencial fortalecer los programas de convivencia, promover el diálogo entre los estudiantes y garantizar espacios seguros dentro del plantel.

También recalcó que no se debe enfocar la atención únicamente en la víctima. “Es igual de importante analizar la conducta de la agresora. Muchas veces detrás de esa actitud hay carencias emocionales o problemas no resueltos que deben ser atendidos”, manifestó Mera.

La psicóloga educativa concluyó que la solución pasa por un trabajo conjunto entre padres, docentes y estudiantes.

Tanto Hernández como Mera insistieron en que el ejemplo comienza en casa. La prevención, aseguraron, no parte de una reacción inmediata tras un hecho violento, sino del día a día, de cómo se crían y acompañan emocionalmente a los hijos. (I)