Estudiar una maestría es, sin lugar a dudas, una decisión que está condicionada a la búsqueda del momento oportuno. En Ecuador, las universidades tienen un abanico amplio de programas especializados que buscan atraer a los alumnos. Entre las opciones figuran las relacionadas con el ámbito administrativo, salud ocupacional, tecnologías de la información, entre otras.

Según especialistas, existen dos perfiles que, usualmente, son los que se detectan entre los estudiantes de posgrado y son los que marcan los tiempos.

Por un lado, están aquellos que prefieren realizar una maestría al finalizar sus estudios de grado y, por otro lado, están aquellos que consideran que el mejor momento para continuar educándose es en medio de su estancia laboral o en la etapa previa a un cambio de trabajo.

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Para Karina Alvarado, decana de la Facultad de Posgrados de la Universidad Tecnológica Empresarial (UTEG), en este último grupo se sitúan los que ven en una maestría la posibilidad de acceder a puestos de mayor responsabilidad dentro de su propia u otra empresa.

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“La oportunidad de escalar es lo que les marca el momento para optar por un programa de maestría que se alinee a lo que se requiere en ese momento para su cargo o al que se aspira”, indica Alvarado, quien añade que este tipo de personas es la que busca maestrías especializadas.

En ese sentido, señala, los tiempos para estos maestrantes dependerán de las proyecciones que se hagan dentro de su organización o a la que se apunta a llegar.

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Un factor que también marca la decisión de acceder a una maestría es la parte monetaria. Grecia Logroño, consultora de Talento Humano, señala que el debate no se centra solo en si es conveniente hacer una maestría, sino también la dificultad para financiarlo.

En ese caso, anota, siempre será un buen momento cuando exista la estabilidad económica. Luego de ello, basta organizarse para que los horarios del curso se ajusten a la jornada trabajo y el precio sea asequible.

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Roberto Estrada, director del área de Comportamiento Humano del IDE Business School, asevera que, en cambio, aquellos que se inclinan por continuar en formación luego de finalizar los estudios de tercer nivel tienen el componente de motivación y compromiso para seguirse educando a pesar de no avizorar una oportunidad laboral cercana.

Aquí el tiempo está marcado ya que, automáticamente, los estudiantes luego de terminar el estudio de pregrado saltan a la especialización de posgrado.

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“Este es un grupo más joven, con más vitalidad y energía para la actualización de conocimientos”, dice Estrada. Él también destaca que, aunque se suele criticar que este tipo de personas carecen de experiencia, la madurez se alcanza y se va a complementar a medida que logren aplicar los conocimientos técnicos adquiridos en las aulas al campo laboral. Esto, además de fortalecer sus habilidades blandas en ese camino.

Estrada recalca que la diferencia entre los entusiastas y los que buscan un título de cuarto nivel cuando están trabajando es que este último grupo busca complementar lo aprendido en la práctica laboral. “En este grupo están los que apuntan a maestrías ejecutivas o para gerenciar”, dice el director.

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Un punto que rescatan los expertos es que, en los últimos años, se ha roto el mito de que no se puede estudiar un programa de maestría sin que se tenga experiencia profesional. Las opciones de maestrías en campos de estudio más abiertos proliferan y esa es una alternativa para aquellos que están por definir su futuro laboral. (I)