A 45 minutos de Macas está El Edén, un valle internado en la selva que guarda secretos, historias y la forma de vida de dos culturas milenarias que habitaron la zona en estructuras de vivienda llamadas tolas.

Una tola es una elevación artificial de tierra construida por pueblos ancestrales para distintos fines. En este caso, las plataformas elevadas que se investigan en El Edén corresponden a bases habitacionales que eran utilizadas por la comunidad wapula y los upanos.

Publicidad

Entre calles empedradas, caminos angostos y una extensa vegetación que comprendía árboles gigantes y plantas nativas, el viaje lleva hacia una zona milenaria, hoy llamada El Edén, que descansa a los pies del volcán Sangay y fue hogar de varias poblaciones que se extinguieron en el tiempo.

Bajo el inclemente sol, las pocas casas de adobe y otras de caña dibujaban un paisaje muy característico de la selva amazónica.

Publicidad

Un hombre, una mujer y un niño recibieron a los visitantes en un patio repleto de plátano verde, frutas y hierba.

El hombre dijo ser dueño del lugar, donde un arqueólogo, un arquitecto, varios estudiantes de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol) con el apoyo del Instituto de Patrimonio del Gobierno de Morona Santiago emprendieron una excavación luego que un barrido técnico en la zona les alertara sobre la presencia de estos vestigios que datan desde los años 600 d. C.

Después de una conversa con el propietario y la firme convicción de conocer el lugar, se emprendió una caminata de quince minutos.

Las plantaciones de pitahaya dibujaban el sendero hasta la montaña. Alí estaba la primera excavación, de las 16 más que se pretende realizar en el sector, con el fin de descubrir estas edificaciones ancestrales escondidas bajo el bosque.

Al llegar, decenas de mosquitos, avispas e insectos más grandes dieron la bienvenida.

Allí, una gran fosa cavada a la perfección, dos montículos intactos donde se almacenaban ollas y agua, sumado a varios niveles que eran utilizados como pisos en un sistema de vivienda sofisticado para la época, permitieron demostrar la habitabilidad de la zona y seguir con el descubrimiento de las poblaciones que ocuparon el valle del Alto Upano.

Uno de los protagonistas del proyecto es Andrés Mosquera, arqueólogo de profesión y docente investigador de la Espol, quien expuso las características del hallazgo.

¿Cómo realizaron esta excavación y qué encontraron en ella?

Hicimos una excavación en un área de grandes dimensiones, tiene 5 x 4 metros y lo que hicimos fue excavar por niveles de diez centímetros cada uno e ir documentando lo que íbamos registrando en cada una de las plantas de la excavación.

Pueden ver una capa gris que está más cerca de la superficie, allí está la evidencia de las ocupaciones más tardías. Esto, asociado a la capa gris, son elementos que se transforman en testigos de la evidencia de pisos.

Estos corresponden a pisos de arcilla compactada, incluso, tenemos un fogón que lo hemos dejado in situ. Además, identificamos presencia de carbón vegetal y, sumado a otras investigaciones, podemos determinar que aquí hubo hoyos de poste como murales para sostener la vivienda.

¿Qué culturas o poblaciones habitaban estos espacios?

En primera instancia se los conoce como cultura wapula, que elaboraban un tipo de cerámica que se los identifica como cerámica corrugada. Esta ocupación es la más tardía. Son dueños de la construcción de estos pisos que datan de 1.300 a 1.400 d. C.

También debajo de este piso de arcilla hay evidencias de una ocupación humana más temprana (cultura Upano), es decir, aquí vivió una sociedad y debajo de esa estaba otra. Por eso encontramos esta estructura arqueológica que es en la que hemos identificado un relleno arenoso y en el interior vasijas totalmente completas, principalmente, dos ollas y una tapa.

Las piezas fueron entregadas al Instituto de Patrimonio del Municipio de Morona. Foto: Cortesía

En el interior de las vasijas había concentración de sedimentos. La caverna donde las encontramos tiene una característica cóncava que fue diseñada para soportar el peso de estas vasijas y su forma globular.

También se ha determinado la cronología de este contexto arqueológico entre el 800 y 900 d. C., es decir, sí hay una separación de unos 400 años entre esta ocupación y los que construyeron estos pisos. Ambas corresponden al periodo de integración.

Por su parte, los montículos fueron creados por la cultura Upano. Las evidencias de construcción datan del 100 d. C. hasta más o menos el 250 d. C. Es por eso que podemos decir, a ciencia cierta, que aquí confluyeron dos grupos étnicos desde hace más de 2.000 años.

Sistema para absorber lluvia

Este sistema, según el experto, estaba techado. En la zona se aprovechaba la palma para diseñar postes que sostengan las cabañas cubiertas de paja. El objetivo era que este material absorba el agua de la lluvia y evite inundaciones.

Él sostuvo que la excavación duró, aproximadamente, un mes y medio, entre marzo y abril de este año. Alumnos de la Espol, universidad que comandó el proyecto, y más especialistas, emprendieron la obra con cinceles, picos, palas y brochas para descubrir los vestigios como si de una escultura se tratara.

¿Cómo se dan cuenta de estos asentamientos humanos y de la existencia de las tolas?

Nosotros hicimos una prospección, aplicando una metodología que consiste en llevar sobre la superficie un equipo que se conoce como georradar. Este instrumento nos permitió definir áreas de anomalías.

Con esto me refiero a sectores en los cuales hay cambios en el subsuelo. Teníamos la información de que había sectores con un gran potencial de identificar restos arqueológicos.

Utilizando esa información, localizamos áreas de excavación y lo que caracterizó nuestro trabajo fue el realizar procedimientos de grandes dimensiones que precisamente nos permitieron responder a varias preguntas que guían en la determinación de áreas de actividad.

Con esto podemos conocer cómo era la casa, dónde se preparaban los alimentos, cómo estaban distribuidos los hoyos de poste y el sistema de construcción que usaron en ese entonces.

¿En qué estado encontraron las vasijas, ollas y demás materiales?

Estos materiales que han estado depositados desde hace varios siglos se encuentran en un estado de conservación regular. En algunos casos están muy erosionados.

Sin embargo, en los pozos de almacenamiento encontrados detectamos este tipo de cerámica conservada en un perfecto estado. Es importante porque estos artefactos son considerados museables, es decir, pueden ser puestos en valor en algún museo y también estos bienes ingresan al sistema de inventario a nivel nacional.

Lo que estamos haciendo es investigando qué contenían estas vasijas, para qué servían y cuál era su función. No obstante, esta información será entregada al Municipio de Morona Santiago y la difundiremos con la población para que se beneficien con el proceso de investigación.

Se sabe, según datos del Instituto Nacional de Patrimonio, que en la región existen más de 1.000 montículos artificiales que corresponden a asentamientos de extensas dimensiones y varios grupos sociales que coparon la zona.

El inventario que se ha actualizado en el cantón Morona nos dice que tenemos, alrededor de 60 sitios arqueológicos, entre ellos, varios complejos que están bajo una capa gruesa de vegetación.

De hecho, solo sabemos que existen porque se aplicó una metodología de estudio denominado Laida.

Proyección de la investigación

El objetivo de esta investigación está en convertir al cantón Morona y la ciudad de Macas en un destino turístico histórico.

Diego Guaraca, arquitecto y técnico encargado de Patrimonio y Cultura del Municipio de Morona Santiago, aseguró que la ciudad perdida de Macas fue el detonante para que se genere una inversión que respalde estos procesos.

“La inversión que está realizando el Gobierno Descentralizado de Morona (GAD) es muy significativa frente a otros municipios. Están tomando con mucho interés la parte cultural, patrimonial y ancestral”, manifestó el arquitecto.

Él destacó que este descubrimiento es realmente importante por el valor histórico que representa para toda Sudamérica.

“La joya de la corona que existía a nivel de organizaciones de los pueblos amazónicos estaba localizada en el valle de Sojos, en Bolivia, pero ellos datan un periodo de 600 años d. C. Sin embargo, la cultura Sangay ya había adoptado este sistema 200 años a. C. Por ello es que nos ven con buenos ojos, porque acá ya se desarrollaron sistemas urbanos, tecnológicos y de construcción”, expuso.

Guaraca contó que este tipo de civilizaciones estaban alineadas al cosmos, las constelaciones y los astros. De este modo, las comunidades wapula y upano estaban, intrínsecamente, relacionadas con el sol de junio, es decir, con el solsticio del mes, que para las poblaciones andinas vendría a ser la fiesta del Inti Raymi, no obstante, en la idiosincrasia amazónica es la fiesta del Jaguar.

El 21 de junio llega una alineación especial en Wapula, donde el sol y el volcán se alinean en el atardecer y es espectacular. Investigadores locales han visto este fenómeno que únicamente lo vemos en esas fechas. Por ello estamos encontrando tecnologías perdidas”, concluyó el arquitecto.

Identidad amazónica: “Las fiestas del retorno del Sol Jaguar”

Bajo este concepto, el plan radica en preservar las fiestas amazónicas. César López, técnico del Instituto de Patrimonio y Cultura del Municipio del cantón Morona, añadió que reivindicar la identidad de los pueblos y nacionalidades amazónicas permitirá que la historia del Ecuador tenga una evolución.

“El tema del solsticio que se celebra el 21 de junio vendría a convertirse en la fiesta del Inti Raymi, acá no se llama así. Hemos definido que se llama el retorno del Sol Jaguar debido a la leyenda que habla sobre la injerencia del volcán Sangay y la superioridad que tiene con el sol", apuntó.

Es por ello que a base de investigaciones para determinar la alineación del sol con el volcán y los recursos naturales, César ha propuesto la creación de una plataforma web para evidenciar estos hallazgos y cómo se convierte en algo determinante para la población amazónica. (I)