La basura en Quito se ha convertido en un tema crítico, con cifras que evidencian un aumento considerable en la generación de residuos.
De enero a noviembre del 2024, la capital produjo 693.500 toneladas de desechos, lo que significa 33.000 toneladas más que el mismo periodo del año anterior.
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Este incremento plantea un reto urgente: el relleno sanitario de El Inga, principal destino de la basura del Distrito Metropolitano, está cerca de agotar su vida útil.
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Pablo Moreno, gerente de Operaciones de la Empresa Pública Metropolitana de Gestión Integral de Residuos Sólidos (Emgirs), confirmó que la producción diaria promedio en 2024 es de 2.076 toneladas, en comparación con las 1.983 toneladas diarias del 2023.
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Esto refleja un aumento de 99 toneladas diarias. “El relleno sanitario de El Inga cuenta actualmente con el cubeto número 11, que es el último espacio habilitado para recibir residuos. Su capacidad permitirá almacenar aproximadamente 2 millones de metros cúbicos y su vida útil está proyectada hasta septiembre o diciembre del 2026″, explicó el funcionario.
Sin embargo, las soluciones a largo plazo todavía se encuentran en etapa de definición.
El Complejo Ambiental, ofrecido por el alcalde Pabel Muñoz, es una infraestructura destinada a transformar la gestión de residuos en la ciudad, aún está en fase de evaluación bajo el modelo de asociación público-privada.
Moreno señaló que el complejo tiene como objetivo cambiar el paradigma de “enterrar residuos” para enfocarse en el aprovechamiento de materiales mediante procesos como compostaje, generación de biogás, energía eléctrica y combustible derivado de residuos.
“Actualmente estamos enterrando residuos que podrían ser aprovechados. Con el Complejo Ambiental, solo del 20 % al 25 % del material sería considerado rechazo final”, agregó.
Mientras tanto, la ciudad enfrenta otro reto: el reciclaje.
Moreno reveló que, de las 2.076 toneladas diarias que llegan a las estaciones de transferencia, apenas 20 se recuperan mediante el trabajo de recicladores informales y plantas de separación.
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Esto equivale a un porcentaje alarmante de 0,98 %, es decir, ni siquiera el 1 % de los residuos generados en Quito se reciclan.
“En la Estación de Transferencia Norte, por ejemplo, hay más de 300 personas que trabajan en condiciones no dignas para recuperar materiales reciclables. Esto ocurre cuando los ciudadanos no hacemos lo apropiado: la separación en la fuente”, detalló Moreno.
Además, hizo un llamado a la corresponsabilidad de la ciudadanía y a la necesidad de educación ambiental como eje clave para mejorar la situación actual.
Por otro lado, Jorge Jaramillo, gerente general de la Empresa Pública Metropolitana de Aseo (Emaseo), mencionó que, si bien Emaseo reporta una reducción de 10.000 toneladas entre enero y septiembre del 2024 respecto del mismo periodo del 2023, la generación de basura sigue siendo alarmante.
Esta disminución, según Jaramillo, obedece a la implementación de políticas municipales enfocadas en la separación de residuos en la fuente y la educación ciudadana.
“Desde mayo hemos trabajado en procesos de recolección diferenciada en la ciudad, donde separamos residuos orgánicos e inorgánicos. Sin embargo, el índice per cápita de generación de residuos en Quito es más bajo en comparación con ciudades como Guayaquil, donde se reportan hasta 4.600 toneladas diarias”, aseguró Jaramillo.
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Aun así, recalcó que falta mucho por hacer en temas de sensibilización y corresponsabilidad.
En la actualidad, Quito también recibe residuos de otros cantones, como Rumiñahui, lo que explica parte del aumento en las cifras reportadas por Emgirs.
El Complejo Ambiental, que se espera alivie la presión sobre el relleno sanitario, aún no tiene fecha de inicio de operaciones.
Tanto Moreno como Jaramillo coincidieron en que la solución a la problemática de la basura en Quito no recae únicamente en las instituciones municipales, sino también en la participación activa de la ciudadanía.
Moreno señaló que la prevención y minimización de residuos son la primera línea de acción. “El mejor residuo es el que no se genera”, afirmó.
Mientras tanto, la ciudad sigue enfrentando un panorama complejo. Con un relleno sanitario que podría cerrar en dos años y un porcentaje de reciclaje que apenas roza el 1 %, la necesidad de acelerar la implementación de soluciones sostenibles se vuelve imperativa.
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Los retos incluyen no solo la construcción del Complejo Ambiental, sino también el cambio de hábitos en la población, la inclusión de recicladores y una política integral que garantice el manejo adecuado de los residuos.
Por ahora, Quito sigue enterrando residuos que podrían ser recursos. La pregunta es: ¿qué tan pronto podrá cambiar esta realidad? (I)