Los delitos informáticos van en aumento en Ecuador, según las denuncias presentadas en la Fiscalía, desde antes de la pandemia del COVID-19. En el 2017 se registraron 8421 casos; subieron a 9571 y 10 279 en 2018 y 2019. La tendencia se mantiene.

Los más frecuentes son las estafas digitales con modalidades como la suplantación de la identidad y la apropiación fraudulenta a través de medios electrónicos.

La primera implica la creación de perfiles falsos de las personas que están en las redes sociales con el fin de pedir dinero a sus contactos. La segunda es comprar o hacer transferencias económicas sin la autorización del titular de la tarjeta o de la cuenta.

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Los ciberdelincuentes están al acecho de los rastros que se dejan al usar aplicaciones móviles, correos, perfiles y chats de redes sociales, al hacer los pagos virtuales o transferencias electrónicas. Todo es sujeto a ser hackeado para dar mal uso a los datos.

Desde enero hasta agosto del 2020 ya se registran 5048 delitos informáticos. Si la tendencia sigue casi se igualará a los casos del 2019.

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El fiscal provincial de Pichincha Alberto Santillán, quien realiza una tesis de doctorado sobre los delitos informáticos, cuenta el caso de una mujer de 73 años que vivía en Babahoyo, tenía una cuenta de ahorros y nunca había usado una tarjeta. Todo lo hacía por ventanilla.

Un día se registraron retiros de su cuenta casi simultáneos, con 15 minutos de diferencia, en cajeros de Guayaquil, Manta, Babahoyo y Riobamba. El banco no quería reconocer una irregularidad, pese a que era imposible estar en esas ciudades en ese periodo por las distancias y retirar $5000, casi nueve veces más de los topes diarios permitidos ($600).

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Como la mayoría de los casos, dice Santillán, se llegó a la instancia judicial ante la negativa del banco de reconocer el valor. En la investigación se determinó que el hacker realizó transferencias a través de internet e hizo creer al sistema que fue con retiros de los cajeros. “Al final el banco devolvió el dinero y aceptó que no tenían los cortafuegos suficientes para frenar el acceso ilegal al sistema de ellos”, dice el fiscal.

Una de las quejas de las personas a quienes les suplantan la identidad con la creación perfiles falsos de ellos en las redes sociales.

Algo parecido le ocurrió a Manuel V., de 75 años. A él sí le dieron la tarjeta de débito cuando abrió una cuenta hace dos años, pero nunca la había usado hasta que hace un mes le notificaron consumos que sumaban $160.

“Fue un domingo en la noche. Lo raro es que es una tarjeta jamás utilizada y caducada, según la fecha del plástico. No sabemos cómo fue, cómo pasó, cómo clonaron”, dice Mónica V., su hija. El banco devolvió el valor y el caso no fue denunciado.

Casos de estafas con tarjetas de crédito

Con los datos de las tarjetas de crédito de Mónica V. y de Alexandra R. también se hicieron compras en el extranjero a través de internet.

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La primera se percató cuando el 14 de octubre de 2019 recibió varios correos por consumos seguidos. El primero de $1 en un sistema de pago virtual. El segundo y tercero por $49,99 cada uno y el cuarto de $1. “En total, $102, llamé al call center y me bloquearon la tarjeta”.

La investigación concluyó que fue clonación. Los consumos fueron hechos en Estados Unidos. Al final le devolvieron el valor, tampoco se denunció el hecho en la Fiscalía. Los del banco le dijeron que por lo general la clonación se da en el último lugar donde usó la tarjeta. Fue dos meses antes en una farmacia del centro de Guayaquil, en la que el sistema estaba caído y el vendedor se quedó media hora con la tarjeta, dice Mónica V.

Alexandra, por su parte, se dio cuenta y pidió bloquearla tras ver en marzo pasado que la habían registrado en un sistema de pago virtual para comprar desde Ámsterdam, capital de Países Bajos.

“La última vez la usé en un supermercado”. A ambas las salvó que tenían el servicio de notificación del consumo.

Perfiles falsos en redes sociales para estafar

A Lincoln y Johanna les han replicado sus perfiles que tienen en Facebook para escribir a sus contactos y pedirles dinero. Ambos tienen fotos en el extranjero y es visible que viven fuera del país o que viajan de forma constante.

“A inicios de este mes le pidieron plata a un amigo. Hasta le dieron una cuenta para que transfiera a cambio de recibir mis maletas, pero nadie ha caído”, dice Lincoln. “Fue como 8 o 9 de la mañana de un día de marzo cuando me escribieron del supuesto perfil de una prima (Johanna) que vive en Londres”, cuenta Lorena.

Lincoln alertó en su cuenta de Facebook de la suplantación de identidad, pero no denunció el perfil falso, lo que Johanna sí hizo y ya está deshabilitado. (I)