Desde agosto de 2016 en el país se implementó el teletrabajo y en estos tres años tres meses ya suman 12 888 las personas contratadas en esa modalidad, según datos del Ministerio del Trabajo. 

Son el 0,40 % comparando con las cifras del empleo adecuado de septiembre de 2019, que publica el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) y que se ubicó en 38,5 % a nivel nacional. 

Esto es que 4 de cada 1000 están bajo esa modalidad. 

Publicidad

Al momento 2125 empresas privadas, 10 instituciones públicas (ministerios y secretarías) y 9 empresas públicas usan este mecanismo.  

El 62,77 % son hombres y 37,23 % son mujeres. De estos, el 3,18 % corresponde a personas con discapacidad.  

Nataly Mayorga, gerenta de proyecto Empleo Joven y Teletrabajo, dice que sugieren a las empresas el teletrabajo, pero que la decisión dependerá del giro de negocio que tenga.

Publicidad

Comenta que hay dos formas de ejecución: permanente, cuando es fuera de las instalaciones con la opción de asistir en caso de requerimientos; y parcial, para quienes laboran fuera de la empresa hasta un máximo de 24 horas semanales y el resto de días en oficina. 

Mayorga dice que las empresas deben proveer toda la estructura, aunque pueden existir acuerdos con el trabajador. Señala que hay beneficios en ahorro y productividad. 

Publicidad

¿Qué equipos recibe el teletrabajador?

Equipos tecnológicos como laptop, celular, instalación de programas y en ciertos casos servicio de internet reciben quienes hacen teletrabajo.  

 Giovanna Vásquez, psicóloga organizacional de Roche, e Iveth Cañarte, gerenta de Desarrollo Corporativo de CNEL, dicen que el personal cumple su horario y si se  extiende, se pagan horas extras.

 CNEL tiene 6900 empleados a nivel nacional y en Guayaquil su plan piloto de teletrabajo  acoge a cuatro de ellos. En Roche, todo su personal, 209 empleados, trabaja un tiempo en oficina y otro en casa. 

Las dos empresas aseguran que la productividad se mantiene.  

Publicidad

‘Estando en casa le pongo más corazón a las tareas’

El querer estar junto con su hijo Martín, de 4 meses, y no perderse cada momento de su crecimiento es para Fredda Aguilar, de 29 años, la mejor oportunidad laboral. 

Ella es tecnóloga en Comunicación y desde octubre labora bajo la modalidad de teletrabajo, de los cinco años que lleva en la Corporación Nacional de Electricidad, en Guayaquil.

Cuenta que las coincidencias se dieron en el momento exacto: “Cuando estaba embarazada tuve problemas e intenté acogerme, pero la empresa aún no lo tenía. Entonces, cuando estaba por culminarse mi periodo de maternidad, había conversado con mi esposo para pedir la licencia por un año sin remuneración. Pero, un día antes que me toque regresar, el trabajador social me dijo que iban a implementar el plan piloto y que fui elegida”.

Fredda tiene síndrome de Laron y a veces labora desde su dormitorio para cuidar a su bebé. Foto: Belén Zapata Mora.

Aguilar es oriunda de Zaruma, provincia de El Oro, y no tiene familiares cercanos en la ciudad, por ello indica que el teletrabajo le brindó facilidades. 

Es una cadena que favorece. En mi familia ya se despreocuparon de quién cuidará al niño”, dice y agrega que también es económico. Sostiene que al mantener su ingreso comparte los gastos con su esposo. 

Fredda indica que, aunque tenga más tiempo para dedicarse a su hogar, cumple con su horario establecido de 08:00 a 14:00, de lunes a viernes. 

Asegura que estando desde casa realiza sus actividades laborales con más “corazón”. 

‘Gestiono mi tiempo y me evito el estrés del tráfico’

Su comedor y sala se convirtieron en oficina. Ahí coloca una laptop, agenda, celular y un bolígrafo. No tiene un horario fijo y en ocasiones sale para reuniones o recorridos de campo. 

Es el día a día de María Elena Alcívar, de 57 años. 

Ella es gerenta comercial de la región Costa-Austro para la farmacéutica Roche y desde hace varios meses es parte de los teletrabajadores en el país.

Dice que laborar desde casa le permite gestionar su tiempo y evitar el “estrés del tráfico”. 

Vive en una urbanización privada en Daule y el acudir a la oficina, en Urdesa, en el norte de Guayaquil, le significa “perder” más de 60 minutos. 

“Yo demoro una hora y media o más en llegar a la oficina, entonces es preferible quedarme haciendo las labores de planificación y salir cuando se den reuniones o cuando se requieren visitas de campo”, cuenta.

María Elena suele laborar sentada en los muebles de su vivienda o en el comedor. Foto: Belén Zapata Mora.

 A la par con sus actividades laborales, cuenta, arregla los muebles, riega las plantas y hasta se ejercita. 

Cerca de su vivienda está su hija, lo que la emociona al compartir más tiempo  con ella y su nieto. 

María Elena lidera un equipo de cinco personas en la empresa y revisa a diario sus correos, informes y coordina a través de llamadas o grupos de WhatsApp. 

Junto a ella no falta su mochila. “Aquí llevo mis equipos”, dice mientras muestra su laptop, lentes y agenda. 

La lleva cuando le asignan viajes a provincias junto con su equipo de trabajo y al exterior para capacitaciones. 

Su presencia en oficina es para temas puntuales, como firmas y seguimientos. (I)