Entre sus propias ruinas y el mar, La Habana mira todavía la huella gloriosa de su pasado.
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A sus 500 años, la capital de Cuba sigue siendo una metáfora en piedra del país, una ciudad que muere y que renace, un sitio que se ahoga y sobrevive.
Entre sus propias ruinas y el mar, La Habana mira todavía la huella gloriosa de su pasado.
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