Cuatro hechos recientes en el mundo ponen en foco un nuevo avance de la extrema derecha, algo que inquieta a políticos y activistas.

El triunfo en las elecciones presidenciales de Brasil del ultraderechista Jair Bolsonaro con el 55% de los votos; los envíos de paquetes bomba a críticos del presidente de EE.UU., Donald Trump; la masacre antisemita en una sinagoga en Pittsburgh y el avance de partidos de extrema derecha en Alemania que minaron el poder de la canciller Angela Merkel en las recientes elecciones.

Se trata de un nuevo empuje para el resurgimiento de grupos radicales de derecha que en 2017 tuvieron protagonismo en EE.UU. y en la Unión Europea, con la ola antiinmigrante.

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En territorio estadounidense, la antes marginada de la sociedad alt-right (derecha alternativa) logró gran visibilidad a partir del 2015 con la carrera presidencial de Trump. Aunque es difícil estimar el número de simpatizantes de extrema derecha, se estima que para cuando Trump asumió en enero del 2017 sumaban decenas de miles de miembros activos y cientos de miles de partidarios, todos conectados por internet.

El movimiento pareció alcanzar su pico máximo en agosto del 2017 con la marcha “Unir la Derecha” en Charlottesville, la reunión de extrema derecha más grande en el país en décadas, en donde una mujer murió al ser atropellada por un activista de ultraderecha.

Según Southern Poverty Law Center, en EE.UU. hay 917 de los llamados grupos de odio. El más numeroso es el KKK, con 130 agrupaciones, nacionalistas blancos 100, neonazis 99, antiinmigrantes 14, registró el diario El País.

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Spencer Sunshine, de Political Research Associates, advirtió el año pasado sobre el aumento creciente del racismo ‘Trumpista’.

Trump es acusado de promover la violencia a través de tuits y discursos contra inmigrantes, opositores y periodistas. La Casa Blanca rechaza, culpando a los medios ‘deshonestos’ por suscitar ‘ira’ y división social.

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Ni Robert Bowers, acusado de la masacre de Pittsburgh, ni Cesar Sayoc, el fanático de Trump arrestado por enviar paquetes bomba, fueron identificados como miembros de grupos de extrema derecha. Pero en las redes sociales ambos comulgan con los sentimientos típicos de la alt-right: son antiinmigrantes, antimusulmanes y antisemitas.

 

 

En Latinoamérica

“Sé que como mujer negra, que tuvo una hermana homosexual, hoy estoy en peligro”, dice Anielle Franco, temerosa tras la elección de Bolsonaro como presidente en Brasil.

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Su hermana, Marielle Franco, una concejala negra y activista, fue asesinada. “Tengo mucho miedo de la actitud de las personas que votaron por él... Bolsonaro había dicho que iba a ‘limpiar’ –es la palabra que usó– el país de los homosexuales, los pobres y los negros”.

No solo es en Brasil, la extrema derecha también aumenta en Chile, Colombia, Costa Rica o México.

En Chile, por ejemplo, el Movimiento Social Patriota promueve postulados xenófobos, racistas, misóginos y homófobos. En las últimas elecciones el excandidato presidencial de la derecha más radical José Antonio Kast obtuvo el 8% de los votos. Kast es la expresión personificada del neopinochetismo y su discurso de odio es avalado entre sectores militares y evangélicos, registró publico.es.

En Europa

Tras la derrota en varias elecciones, la decisión de Angela Merkel de renunciar como líder de su partido refleja la difícil situación en la que se encuentran los líderes europeos: los partidos centristas están perdiendo terreno ante el avance de los extremos políticos.

En Italia, una coalición de partidos antiinmigrantes y antiestablishment está en el poder y en Francia el presidente Emmanuel Macron, a pesar de sus posiciones proempresariales y pro-Unión Europea, ha perdido popularidad.

La idea de la democracia, durante décadas el pilar del “Proyecto Europeo”, parece estar en peligro a medida que surgen gobiernos autoritarios como los de Hungría y Polonia.

Macron piensa que la Europa de hoy se parece a la de entreguerras, con crisis económica y el ascenso del nazismo. (I)