A pesar de que el artículo 46 de la Constitución, la ley de Educación y su reglamento en varios de sus articulados protegen a los menores de edad contra todo tipo de violencia, la realidad es diferente.

El estudio Niñez y Adolescencia desde la intergeneracionalidad Ecuador 2016 revela que el 26 % de los niños y adolescentes reciben trato violento por parte de profesores, que incluye golpes, insultos, burlas y restricciones en tiempo de recreo. Además, el 74 % de la niñez y adolescencia afirma que recibe trato no violento de parte de sus profesores, es decir que dialogan, bajan notas o mandan a llamar al representante.

“En el 2000, el 10 % de la niñez y adolescencia afirmaba que era golpeada por los profesoras. Todavía en el 2015, el 7 % de los niños, niñas y adolescentes es agredido físicamente y el 4 % es insultado y humillado...”, revela el documento.

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En unas dos semanas, el Ministerio de Educación, que también ha identificado ese tipo de casos, tendrá una consolidación de la violencia física profesor-alumno, pues están en un proceso de sistematización.

Como ejemplo, la Subsecretaría de Educación del Distrito Metropolitano de Quito tuvo 75 reportes de violencia física en planteles fiscales, en el año lectivo 2017-2018. De ellos, hubo 4 destituciones, en un caso un alumno fue agredido con una tabla por un profesor. El resto está en proceso sancionatorio.

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Un hecho que llegó a redes sociales y que fue viralizado es el de un profesor del Instituto Nacional Mejía, que hace que varios estudiantes se pongan en fila y los reprende con dos golpes con una vara de madera.

Según el informe, la niñez y adolescencia de zonas urbanas recibe menos golpes (5 %) de parte de profesores que aquella que vive en áreas rurales (10 %). En el área urbana, los docentes insultan o humillan al 3 %, al 15 % los dejen sin recreo, al 24 % les bajan notas y al 39 % les mandan a llamar a representante.

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En el campo, en cambio, al 5 % los insultan, al 13 % los dejan sin recreo, al 22 % les bajan notas y al 38 % les mandan a llamar a su representante. El 38 % dialoga con docentes. La cifra baja en el campo (33 %).

Un maestro que labora en la Sierra centro explicó que en la zona rural hay la costumbre de “recomendar” a los hijos con los docentes, lo que incluye, de ser el caso, tres “fuetecitos” en las nalgas. A su juicio, esto se da porque no les hacen caso en sus casas y buscan que los docentes les corrijan la mala conducta.

Desde el Gobierno, así como de gremios se rechaza este tipo de actitudes. El ministro de Educación, Fander Falconí, dijo que hay repudio a cualquier acto de violencia en el sistema educativo, pues la educación se sostiene en derechos y no con ningún tipo de violencia.

Sin embargo, un grupo de estudiantes al enterarse de la suspensión de funciones del implicado del caso del colegio Mejía –mientras dura un proceso investigativo– salieron a las calles a protestar por ello.

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En un colegio mixto de Quito se suspendió 5 días a un alumno por no acatar disposiciones de un docente, no atender a clases, abandonar el aula y hablarle a él con lenguaje inapropiado.

Este tipo de hechos se trabaja con medidas psicopedagógicas o se sanciona con suspensiones por periodos de tiempo, explicó la subsecretaria de Educación, María Augusta Montalvo.

Según Falconí, en las instituciones existen códigos de convivencia que son construidos por los actores de la comunidad educativa y que determinan responsabilidades. Se toma en cuenta, por ejemplo, la promoción de la cultura de paz y de no agresión entre miembros de la comunidad. (I)