Alfred Hitchcock tenía 6 años cuando llegó a la estación de Policía de Waltham Forest con una nota escrita por su padre. Hitchcock entregó la nota al policía de guardia, quien la leyó, miró al chico pausadamente y lo encerró en una celda diciéndole: “Esto es lo que hacemos con los niños traviesos”.

El miedo es una emoción primitiva y universal. Está conectado a nuestros instintos. Tiene sendas funciones: biológica, psicológica y social. Es como una programación instalada en nuestro cerebro reptiliano que supera cualquier acción racional. Trabaja inhibiendo o motivando. Como un switch. Y es el mensaje, como sostenía el título del ensayo de Enrique Gil Calvo publicado circa 2003.

El miedo es el mensaje del acto terrorista para influir sobre gobiernos, estados o grupos de presión.

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El miedo es pura emoción –y nada de razón– y es contagioso. ¿Ejemplo? El terrorismo usa los medios –y ahora las redes sociales– como método de propagación y escalada de su efecto. ¿Recuerdan el ataque, filmación y difusión del cura degollado en una pequeña localidad de Normandía en el 2016? Fue globalizado inmediatamente. Lastimar los diez dedos de un hombre no es tan efectivo como cortarle uno, decía Mao Tze-tung.

El miedo es el mensaje de WhatsApp que predice con falsa exactitud lo impredecible –fecha, hora y lugar de un movimiento telúrico de magnitudes épicas–. Un terremoto lejano se convierte en una amenaza de tsunami cercana a un amigo o familiar, que se convierte en un tuit apocalíptico, que nos distrae emocionalmente.

El miedo es el mensaje de la liturgia de salvación. Es una herramienta del poder para lograr obediencia civil. Es el contenido de algunas marcas para empujar las compras. ¿Recuerdan los grafitis de chanchos en las paredes de Guayaquil? ¿Compraron el libro de Daniel Adum?

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¿Miedo al fracaso? No se arriesguen. ¿Miedo al ladrón? Vivan en urbanizaciones amuralladas y contraten servicio de seguridad privada para reforzar el que ya pagan con impuestos. ¿Miedo a la intrascendencia? Busquen amigos en Facebook o compren followers.

La acción terrorista, el chisme social, o el miedo, se potencian por nuestra acción externa al hecho que lleva la situación a la ‘corradicalización’. Basta tener listo el smartphone y el morbo generará la escalabilidad.

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El miedo es una herramienta de persuasión. Como lo son la alegría, la rabia o el deseo. Nos mueven a la acción. ¡Qué miedo! (O)